GERARDO TENA
Agence France Presse
La Habana -- Destartalado por los continuos choques de guerra
fría con Estados Unidos y una crisis económica
generada por la
desaparición del bloque comunista, el carro de la revolución
cubana
está doblando la esquina de sus azarosos 40 años
y enfilando hacia el
siglo XXI bajo el timón de Fidel Castro.
Salvo sectores conservadores del exilio cubano en Estados Unidos,
prácticamente nadie apuesta, con la vehemencia de principios
de la
década, a la próxima caída del régimen
cubano esgrimiendo la teoría del
efecto dominó, que falló y dejó en pie al
último eslabón del bloque
soviético.
En todo caso, opositores y observadores atentos del proceso social
cubano
fijan la mira en la desaparición física del Comandante,
que aún con buena
salud avanza ya 72 años.
Cuando el gobierno de Castro festeje sus 40 años en el
poder, celebrará
también ocho años de sobrevivencia en medio de
una dura crisis
económica, cuyo programa oficial de enfrentamiento se
denominó Período
Especial. La paralización total o parcial de buena parte
de la industria, la
pérdida de casi todas las fuentes de créditos y
de las condiciones
preferenciales de comercio, empujaron al abismo a la economía
de la isla.
En el plano político-social, la soledad de una Cuba ''rodeada
por un mar de
capitalismo'', como lo significara el propio Castro, se juntó
con la caída del
nivel vida hasta límites desconocidos en la revolución,
atmósfera que
estalló en la ''crisis de los balseros'' en el verano
de 1994.
Un tímido programa de reformas con elementos de economía
de mercado
anunciado en julio de 1993, comenzó a tener efectos a
fines de 1994,
cuando la economía frenó su caída.
La libre circulación del dólar, una mayor apertura
al capital extranjero, la
cooperativización de buena parte de la tierra estatal,
la legalización del
trabajo por cuenta propia y la apertura de mercados agropecuario
e
industrial sobre la base de la oferta y la demanda, aportaron
una buena
dosis de oxígeno.
Todo ese proceso fue acompañado por continuas vueltas de
tuerca
norteamericanas a la mordaza del embargo. En 1992, el saliente
presidente
George Bush aprobó la ley Torricelli para endurecer el
bloqueo contra la
isla, en vigor desde 1962.
El derribo de dos avionetas anticastristas frente a La Habana
en febrero
de 1995, dio pie al presidente Bill Clinton, hasta entonces opuesto,
a
aprobar la ley Helms-Burton, que internacionalizó el embargo.
El ''apretón'' de la Helms-Burton y la ausencia soviética
se hizo sentir
como ''un doble bloqueo'', según Castro.
El PIB, que comenzó una recuperación de 0.7 por
ciento en 1994 a 2.5 por
ciento en 1995, subió 7.8 por ciento en 1996, para comenzar
a caer
nuevamente en 1997 a un 2.5 por ciento, mientras que este año
cerrará
con un por ciento, según el último pronóstico
oficial.
Aún así, la visita del papa Juan Pablo II en enero
de este año abrió las
puertas de la isla para el resto del mundo, con señales
positivas incluso
desde Washington, creando un espacio cada vez mayor a la Iglesia
Católica local.
Sin embargo, el gobierno se muestra inflexible con una balcanizada
oposición interna, que no logra estatuto legal para su
centenar de pequeñas
organizaciones ni un programa alternativo al de Castro.
Pero la aparición de fenómenos desconocidos en los
últimos años como la
prostitución, la corrupción administrativa, el
enriquecimiento ilícito y las
desigualdades sociales, crean un clima social más preocupante
para el
gobierno que la oposición política al sistema.
Para los entendidos, la carrera hacia el fin de siglo y la irrupción
en el XXI
del carro de la revolución cubana dependen más
del arreglo de estas piezas
internas en mal estado y de la propia economía, que de
una coyuntura
política.
Copyright © 1998 El Nuevo Herald