El Nuevo Herald
December 14, 1998
 
La revolución castrista enfila hacia el siglo XXI

 GERARDO TENA
 Agence France Presse

 La Habana -- Destartalado por los continuos choques de guerra
 fría con Estados Unidos y una crisis económica generada por la
 desaparición del bloque comunista, el carro de la revolución cubana
 está doblando la esquina de sus azarosos 40 años y enfilando hacia el
 siglo XXI bajo el timón de Fidel Castro.

 Salvo sectores conservadores del exilio cubano en Estados Unidos,
 prácticamente nadie apuesta, con la vehemencia de principios de la
 década, a la próxima caída del régimen cubano esgrimiendo la teoría del
 efecto dominó, que falló y dejó en pie al último eslabón del bloque
 soviético.

 En todo caso, opositores y observadores atentos del proceso social cubano
 fijan la mira en la desaparición física del Comandante, que aún con buena
 salud avanza ya 72 años.

 Cuando el gobierno de Castro festeje sus 40 años en el poder, celebrará
 también ocho años de sobrevivencia en medio de una dura crisis
 económica, cuyo programa oficial de enfrentamiento se denominó Período
 Especial. La paralización total o parcial de buena parte de la industria, la
 pérdida de casi todas las fuentes de créditos y de las condiciones
 preferenciales de comercio, empujaron al abismo a la economía de la isla.

 En el plano político-social, la soledad de una Cuba ''rodeada por un mar de
 capitalismo'', como lo significara el propio Castro, se juntó con la caída del
 nivel vida hasta límites desconocidos en la revolución, atmósfera que
 estalló en la ''crisis de los balseros'' en el verano de 1994.

 Un tímido programa de reformas con elementos de economía de mercado
 anunciado en julio de 1993, comenzó a tener efectos a fines de 1994,
 cuando la economía frenó su caída.

 La libre circulación del dólar, una mayor apertura al capital extranjero, la
 cooperativización de buena parte de la tierra estatal, la legalización del
 trabajo por cuenta propia y la apertura de mercados agropecuario e
 industrial sobre la base de la oferta y la demanda, aportaron una buena
 dosis de oxígeno.

 Todo ese proceso fue acompañado por continuas vueltas de tuerca
 norteamericanas a la mordaza del embargo. En 1992, el saliente presidente
 George Bush aprobó la ley Torricelli para endurecer el bloqueo contra la
 isla, en vigor desde 1962.

 El derribo de dos avionetas anticastristas frente a La Habana en febrero
 de 1995, dio pie al presidente Bill Clinton, hasta entonces opuesto, a
 aprobar la ley Helms-Burton, que internacionalizó el embargo.

 El ''apretón'' de la Helms-Burton y la ausencia soviética se hizo sentir
 como ''un doble bloqueo'', según Castro.

 El PIB, que comenzó una recuperación de 0.7 por ciento en 1994 a 2.5 por
 ciento en 1995, subió 7.8 por ciento en 1996, para comenzar a caer
 nuevamente en 1997 a un 2.5 por ciento, mientras que este año cerrará
 con un por ciento, según el último pronóstico oficial.

 Aún así, la visita del papa Juan Pablo II en enero de este año abrió las
 puertas de la isla para el resto del mundo, con señales positivas incluso
 desde Washington, creando un espacio cada vez mayor a la Iglesia
 Católica local.

 Sin embargo, el gobierno se muestra inflexible con una balcanizada
 oposición interna, que no logra estatuto legal para su centenar de pequeñas
 organizaciones ni un programa alternativo al de Castro.

 Pero la aparición de fenómenos desconocidos en los últimos años como la
 prostitución, la corrupción administrativa, el enriquecimiento ilícito y las
 desigualdades sociales, crean un clima social más preocupante para el
 gobierno que la oposición política al sistema.

 Para los entendidos, la carrera hacia el fin de siglo y la irrupción en el XXI
 del carro de la revolución cubana dependen más del arreglo de estas piezas
 internas en mal estado y de la propia economía, que de una coyuntura
 política.
 

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