El sendero millonario de la cocaína
GERARDO REYES
El Nuevo Herald
La presentación que el general Fernando Tapias tiene montada
en estos días
sobre la situación de Colombia, el narcotráfico y la
insurgencia, podría ser
donada como un soporte documental a la película Traffic.
Con su voz gruesa y vivaz, el menudo comandante del ejército
colombiano no
tiene que hacer muchos esfuerzos para asombrar a su audiencia cuando
se trata
de ponerle cifras a los desafíos del país.
``Calculen'', dice, ``que Colombia produce 882 toneladas de cocaína
al año y que
un kilo de esa droga cuesta en nuestro país $1,500 y en las
calles de Miami
$30,000. Ahora multipliquen''
La Oficina del Zar Antidrogas de Estados Unidos multiplicó el
año pasado: los
americanos gastaron en cocaína en el año 2000 un total
de $36,100 millones, el
equivalente a seis veces las utilidades de General Motors, la primera
compañía
de las 500 de Fortune.
El Nuevo Herald siguió las estaciones de ese sendero millonario
de la cocaína,
desde los cultivos de Pueblo Rico al sur de Colombia hasta el río
de Miami para
conocer la nueva dinámica de un negocio que ha cambiado en los
últimos años,
especialmente en su etapa preliminar.
En donde antes los carteles de la droga dominaban la compra de la coca,
su
procesamiento y transporte, ahora hay dos fuerzas en pugna que controlan
el
negocio: la guerrilla y el paramilitarismo.
Cultivo
En una reunión hace tres semanas con periodistas del Herald,
mientras
mostraba una fotografía de satélite, al sur de Colombia,
el general Tapias
exclamó: ``Aquí ya no cabe ni una mata de maíz''.
Tapias se refería al departamento de Putumayo, la despensa más
grande de
coca del mundo, colmado de puntos amarillos que representan los cultivos
de
droga.
En esta región, el Caquetá y otras zonas del sur de Colombia,
miles de familias
campesinas derivan sus sustento del cultivo de coca. Las relaciones
de los
cultivadores con los compradores de la mercancía varían
según el sitio
geográfico. En casi todos estos terrenos se cultiva la coca
Tinga, o coca dulce
del Perú, que produce de cuatro a cinco cosechas al año.
El campesino ecuatoriano Julio Meneses, sostuvo que dos hectáreas
de coca
``bien parqueadas'' [bien ubicadas] le producían en Putumayo
$6,000 cada dos
meses, sin descontar los gastos.
Anteriormente los campesinos vendían la hoja de coca pero ahora
ellos mismo la
procesan hasta convertirla en pasta que venden a precios que oscilan
entre $500
a $600 el kilo. Cada hectárea de coca produce 1.6 kilogramos
de base que se
convierte en 1.4 kilogramos de cocaína pura.
La cifra de 882 toneladas que maneja el ejército como el total
de producción
nacional resulta de multiplicar la extensión de los cultivos
(122,500 hectáreas)
por la producción de cada hectárea con un promedio de
cinco cosechas al año.
En la zona de despeje, al sur de Colombia, las FARC unificaron el precio
de
compra de la pasta de coca en $500 por kilo. Los guerrilleros pagan
al cultivador
en efectivo o en bonos en los ``entregaderos''. Los bonos son válidos
para
comprar alimentos en algunos mercados controlados por las FARC.
Laboratorios
La pasta es procesada en laboratorios o ``cocinas'' que están
ubicadas, en su
mayoría en los departamentos selváticos del oriente del
país. Una reciente
investigación de la Armada Nacional de Colombia señala
que para facilitar el
transporte de la cocaína a los puertos, un buen número
de estos laboratorios
han sido transladados a la costa pacífica colombiana (Chocó
y Cauca y Nariño).
En el proceso de cristalización de la base hasta la producción
de la cocaína se
invierten unos $300 por kilo, según explicó un ex narcotraficante
a El Nuevo
Herald a través de su abogado en Miami. Al salir del laboratorio
clandestino, un
kilo de cocaína puede costar entre $1,200 y $1,500.
Los ``cocineros'' trabajaban en diferentes modalidades. Se les paga
en efectivo o
con la misma droga. Según las autoridades antinarcóticos
de Colombia esta
etapa del proceso está cada vez más bajo control de la
guerrilla.
Como ejemplo citan la Operación Gato Negro, una ofensiva lanzada
el 12 de
febrero, en la que desmatelaron varios laboratorios de procesamiento
de coca
manejados por la guerrilla en inmediaciones de la poblacion de Barrancomina.
El
ejército incautó $100,000 en precursores químicos
en poder de la guerrilla. A los
laboratorios independientes (la mayoría situados en la Sierra
Nevada de Santa
Marta, al norte de Colombia) las FARC les cobra un impuesto de $52
por kilo de
clorhidrato de cocaína producido.
Transporte
La cocaína es sacada de Colombia por el Pacífico o por
el llamado corredor del
Caribe (litoral norte de Colombia y Venezuela).
Las FARC cobran un impuesto de $2,600 por cada vuelo nacional o $5,200
por
cada vuelo internacional que salga de pistas situadas en su área
de control,
según investigaciones del ejército.
Los llamados ``transportistas'' cobran entre $1,000 y $1500 por kilo
colocado en
México o en cualquiera de las islas caribeñas de Haití,
República Dominicana o
Puerto Rico. En estos puntos, al borde la frontera continental o marítima,
el
promedio del precio de un kilo de cocaína es de $7,000.
Un 60 por ciento de la cocaína que ingresa a Estados Unidos lo
hace por
México. El gobierno de Estados Unidos calcula que en 1998 entraron
por esta
vía 353 toneladas. Camuflarla no es un problema. Por el punto
más febril de la
frontera con México, San Ysidro, California, ingresan un promedio
de 43,000 a
60,000 vehículos al día y unos 35,000 peatones.
Distribución
Al pasar la frontera, un kilo de cocaína puede costar unos $16,000.
Pero puesto
en la calle, y sin ``cortar'' el mismo kilo aún puro cuesta
hasta $30,000. A partir
de este punto el rendimiento es mayor pues la droga es mezclada con
otras
sustancias para venta de dosis de menor pureza o como materia prima
del
crack.