El dulce veneno de las telenovelas
Alejandra Matus
Toma uno: un padre amenaza con matar a un hombre que él no sabe
que es su
hijo. Toma dos: una mujer golpea a su amante y recibe una cachetada
de vuelta.
Toma tres: una jovencita es raptada por un bandolero y obligada a mendigar
para
pagarle sus vicios.
Estas tres escenas son sólo algunas de las imágenes de
violencia que a diario
consumen millones de televidentes amantes de las novelas que en este
país
difunden cadenas como Univisión y Telemundo. Ciertamente son
chocantes,
pero ¿son peligrosas?
Los expertos creen que sí, según el contexto en que se emitan.
``Lo peligroso de las telenovelas es que crean estereotipos. No es que
estimulen
la violencia, pero, al presentar ciertas conductas como normales, las
legitiman'',
opinó Mario Diament, profesor y director del Programa de Maestría
de la Escuela
de Periodismo de la Universidad Internacional de la Florida.
Investigaciones hechas en la televisión estadounidense han indicado
el efecto
pernicioso que tienen las imágenes violentas especialmente en
niños y
adolescentes, subrayó el director del Departamento de Siquiatría
Infantil del
Hospital Jackson Memorial, doctor Eugenio Rothe.
``Ya se ha probado que el cine y la televisión presentan a los
jóvenes los actos
de violencia como una alternativa viable y legítima de solucionar
conflictos, en
perjuicio de vías constructivas, como el diálogo y la
comunicación'', dijo.
Pero los profesionales no podrán convencer de ello a Alicia Baracaldo,
de 72
años y fiel seguidora de las telenovelas mexicanas que trasmite
Univisión, las
que, a juicio de otros entrevistados, tal vez sean las que contienen
una mayor
proporción de escenas violentas.
Para ella, los asesinatos, actos de agresión y escenas de abuso
doméstico que
vio en Laberintos de Pasión, o las peleas a puñetazos,
engaños e infidelidades
que la tienen con el alma en un hilo en Mujeres Engañadas, son
pálidos reflejos
de lo que ocurre a su alrededor. Las escenas fuertes de La Usurpadora,
los
personajes aparentemente inocentes pero llenos de maldad implacable,
como
Gilda en Siempre Te Amaré, no son caricaturas de extremos, sino
cosas del
diario vivir.
``Sí, hay algunas que tienen escenas violentas, pero no más
fuertes que las que
muestran las noticias y la vida real. Recién no más vimos
al hombre [Michael
McDermott] que mató a sus compañeros de trabajo [en Wakefield,
Massachussetts]. Y los noticieros lo han repetido varias veces al día
y hacen
avances, con suspenso, igualito que en las telenovelas'', opinó
el ama de casa.
Pero no toda la violencia que se difunde por televisión es dañina.
Rothe hace una distinción entre los actos de violencia ``gratuitos''
--sin contexto
o justificación dentro de un libreto-- y aquellos que forman
parte de la descripción
de una situación social o histórica.
Estos últimos, manifiesta, anulan el efecto perjudicial y pueden
convertirse en
una herramienta pedagógica.
``Por ejemplo, un programa que describe la crudeza de la esclavitud
tiene un
efecto distinto que un asesinato o una golpiza injustificada que sólo
busca una
descarga de adrenalina en el espectador'', explica Rothe.
``Lo mismo ocurre con la violencia doméstica: si se muestra como
forma
aceptable de conducta, es muy negativo, pero si se presenta como algo
repudiable, puede tener un efecto educativo'', añade.
El productor de televisión Abraham Pulido, de 47 años,
concuerda con los
expertos en que la violencia, en un contexto histórico o pedagógico,
debe ser
bienvenida si lo que produce es discusión abierta y franca en
cada hogar.
``Prefiero que mi hija se entere sobre la esclavitud o las violaciones
en mi casa,
y que las podamos discutir juntos y llegar a una conclusión
antes de que lo
aprenda en la calle'', sostuvo.
El actor Harry Froget, de 43 años, quien acaba de participar
en la filmación de
una telenovela venezolana La Revancha, dijo que el uso del sensacionalismo
en
las teleseries ``es un formato muy viejo: todo es mentira y traición''.
Según Froget, las productoras optaron por esta fórmula
``porque es conocida y
es mucho más fácil que hacer cosas más profundas,
como las que están
intentando los colombianos y los brasileños''.
Los departamentos de comunicaciones de Telemundo y Univisión
no
respondieron las preguntas de El Nuevo Herald. En el primero, porque
los
ejecutivos estaban de vacaciones; en el segundo, ``porque es política
de este
canal que los ejecutivos no den entrevistas'', dijo a El Nuevo Herald
una
empleada.
Para gente como Yolanda Rodríguez, de 76 años, que ``vive''
las telenovelas
--con violencia o sin ella--, no puede estar sin sus capítulos
diarios. Cuando se
pierde alguno, llama a sus amigas para enterarse de lo que ocurrió
esa noche.
Rodríguez, no obstante, percibe que las imágenes de violencia
o deformación de
valores pueden afectar más a los jóvenes que a los adultos,
como apuntan los
expertos. ``Hay muchas cosas que las jovencitas están poniendo
en práctica,
porque en las novelas aparecen muchachas bien bonitas, pero salpiconas'',
dijo
riendo.
Por eso Yolanda no permite que su nieta de seis años vea las
teleseries cuando
está en su casa. "Pero a mí, que soy una vieja anticuada,
que no me he
modernizado ni porque llevo 38 años aquí [en Estados
Unidos], qué me van a
hacer''.
Y agregó: "Me entretienen, porque yo no voy a ningún lado.
Solamente al
cementerio, la funeraria y al médico''.