30 de noviembre en Santiago: Más allá del telegrama
ORLANDO GUEVARA NÚÑEZ
El nombre de Arturo Duque de Estrada Riera está insertado en la
historia de la Revolución cubana por un hecho trascendente. Fue
el
hombre que el 27 de noviembre de 1956 recibió en su hogar
—San Fermín 358, en Santiago de Cuba— el telegrama
procedente de México cuyo texto: obra pedida agotada, anunciaba
la
salida del yate Granma hacia suelo cubano para reiniciar la lucha
armada.
El propio Frank País García había dado al jefe de
la Revolución,
Fidel Castro, ese nombre y la dirección para el envío del
mensaje. A
Arturo solo le diría: "Vas a recibir un aviso de Fidel''.
El telegrama fue entregado por Duque de Estrada a Pepito Tey,
quien lo hizo llegar a Frank. Tres días después, el 30 de
noviembre
de 1956, la ciudad de Santiago de Cuba se levantaba en armas.
La historia revolucionaria de Duque, sin embargo, no comenzó ni
concluyó con el recibo del esperado mensaje. Se inició desde
sus
días de estudiante y solo fue (truncada) por su desaparición
física,
ocurrida el 5 de noviembre de 1994.
Manzanillero de nacimiento (19-8-28) de procedencia humilde,
trabajó como mecánico dental, cadenero de obras públicas
en
Santiago de Cuba, maestro en Las Bocas, localidad de la Sierra
Maestra, profesor en el Colegio Dolores y maestro en una escuela
primaria santiaguera.
Desde 1945 participa en huelgas estudiantiles, protestas y
demandas. En una humilde escuelita rural serrana (1951-1953)
vierte sus inquietudes en beneficio de la comunidad. Imparte clases
a adultos, lleva médicos y comadronas, propicia arreglos de
caminos, facilita la proyección de películas. En 1952 resulta
el
maestro más eficiente del distrito de Bayamo y el premio —100
pesos— lo dona para la escuela.
Es en 1949 que conoce a Frank, en la Escuela Normal para
Maestros de Oriente. En cuarto año él, Frank en el primero.
Allí
comenzó esa entrañable amistad. En 1954 ingresa en Acción
Revolucionaria Oriental (ARO), fundada por Frank. Participa junto a
Pepito Tey en protestas callejeras y denuncias a dirigentes
corruptos en el sector ferrocarrilero.
En pleno auge de la lucha contra la dictadura batistiana, Frank lo
escoge para trabajar junto a él. Se convierte en el secretario del
jefe
clandestino. La oficina era su casa. Maneja toda la correspondencia
interna y externa, controla las direcciones de todos los
responsables del 26 de Julio en municipios y provincias.
En su hogar —y él como participante— se planeó la acción
del 30
de noviembre. Desde allí Frank, Pepito y Léster Rodríguez
impartieron las órdenes a las distintas células y brigadas
estudiantiles. Integra el grupo operativo del Asalto y junto a Vilma
Espín trabaja en la proyección de la organización,
propaganda y la
acción.
Después del desembarco del Granma, por indicación de su jefe,
trabaja con Celia Sánchez Manduley, en Manzanillo. Traslada
mensajes y orientaciones relacionados con los refuerzos de
combatientes clandestinos que en marzo y junio de 1957 nutrieron
al naciente Ejército Rebelde. Se ocupa de tareas financieras y
contribuye a la edición de los primeros bonos del 26 de Julio, y
en
1958, apoya el avituallamiento del II y III frentes orientales,
capitaneados por Raúl y Almeida.
Un episodio doloroso en la vida de Arturo Duque de Estrada ocurrió
el 27 de junio de 1957. Un derrame cerebral lo mantuvo en estado
grave varios días y hospitalizado un mes. Su regreso al hogar
coincide con la muerte de Frank. Fue cerca de su casa, él escuchó
los disparos, pero en aras de su salud se le ocultó el hecho. Su
intuición, sin embargo, lo llevó a la triste realidad: "Yo
sabía que a
Frank le había pasado lo más grande''.
Refiriéndose a ese hecho, en carta fechada el 5 de julio de 1957,
Frank le escribe a Fidel: el hombre clave de nuestras
comunicaciones y avisos enfermó gravemente con lo que (parecía)
lucía una embolia sin poder hablar ni escribir, los avisos para
la
orden nacional de sabotajes se dieron como pudimos (...).
Sobre los azarosos días de la clandestinidad y la personalidad de
Arturo Duque de Estrada, Magaly Martínez Riera, quien compartiera
con él la lucha y el hogar —hoy es directora del Museo de la Lucha
Clandestina— así lo recuerda: "Una persona muy sensible,
humana, inteligente, humilde, con un gran amor hacia la Patria y la
historia''.
El propio Arturo señalaría en una ocasión: "Una de
mis
motivaciones más fuertes era el recuerdo de los caídos en
el
cuartel Moncada. Vi los cadáveres de muchos de los asesinados y
juré pelear contra el crimen y la ignominia''
Después de ocupar distintas responsabilidades a partir de 1959,
catorce años después, la muerte lo encuentra de forma inesperada,
víctima de una dolencia que lo sorprende en la misma casa de San
Fermín 358.
La personalidad del hombre clave, como lo definiera Frank, es
recordada por estos días con más fuerza, cuando el pueblo
santiaguero y de toda Cuba conmemora el aniversario 45 de la
gesta heroica del 30 de noviembre de 1956, ocasión primera en que
el traje verde olivo cubrió de gloria a esta ciudad.