Cuando el Granma surcó por la Historia
PEDRO A. GARCIA
La tiranía batistiana había cerrado todas las puertas a las
vías
pacíficas. Se imponía la solución del 68 y el 95.
Desde su exilio
forzoso, Fidel publicó el Manifiesto #1 del Movimiento 26 de Julio
en
donde hacía "un llamado sin ambages a la Revolución y un
ataque
frontal a la camarilla que pisotea el honor de la nación".
Al igual que Martí, el Jefe de los moncadistas hizo un
recorrido por EE.UU. para unir a la emigración
revolucionaria y estructurar una base de recaudación de fondos
para la Guerra Necesaria. Lo recolectado en el país norteño
sumado a las contribuciones del M–26–7 en la Isla cubrieron los
gastos indispensables para iniciar en México la preparación
de los
futuros guerrilleros.
En el mitin efectuado en Palm Garden, Nueva York, Fidel lanzaría
un compromiso de honor: "En 1956 seremos libres o seremos
mártires. Esta lucha comenzó para nosotros el 10 de marzo,
dura
ya casi cuatro años y terminará con el último día
de la dictadura o el
último día nuestro".
EL ENTRENAMIENTO
Una gran avanzada de los futuros expedicionarios se trasladó a
México en el primer semestre de 1956. La casa de María Antonia
González, una cubana radicada allí, devino punto de contacto
para
todos los recién llegados.
El Movimiento quedó encargado de sufragar los
gastos de los combatientes. Cada uno recibía una modesta
asignación semanal para gastos personales. El grueso de los
fondos estaba destinado para la compra de armas. Algunos futuros
guerrilleros obtenían algún ingreso por vía familiar
o de amigos. Los
que disponían de tal ayuda, la compartían generalmente con
los
demás.
Los entrenamientos comenzaron con grandes caminatas,
ascensos a los cerros cercanos, a veces con carga en la espalda,
y sesiones de remo. Las prácticas para familiarizarse con armas
de fuego se realizaban en el campo de tiro Los Gamitos, en las
afueras de Ciudad México. Los entrenamientos se
complementaban con clases teóricas sobre táctica guerrillera,
impartidas por el coronel Alberto Bayo, veterano de la Guerra Civil
Española.
Dentro de cada una de las casas–campamentos donde se
albergaban los combatientes, existían pequeñas bibliotecas
con
obras de cultura general y temáticas militares y revolucionarias.
Estaba orientado que los ratos de ocio se dedicaran al estudio y la
lectura.
SOLIDARIDAD MEXICANA
Un mexicano, Arsacio Venegas, les organizó actividades de
preparación física. Recuerda Almeida: "Nos enseña
defensa
personal, él es un instructor mexicano, que también es editor,
impresor, (...) tiene una imprenta donde se imprimieron el
Manifiesto #1 (del M–26–7) y otros documentos. Al principio nos
acompañaba a grandes caminatas", añade.
Donde se evidenció el alto grado de la solidaridad mexicana con
los
revolucionarios fue durante los sucesos de junio de 1956. La
embajada batistiana en México planeaba desde 1955 la eliminación
física de Fidel y contrató a más de un matón
con ese propósito.
Según ha relatado el periodista y escritor mexicano Paco Ignacio
Taibo, "el 20 de junio del 56, las presiones de la Embajada y sus
aproximaciones para corromper a la policía mexicana dan
resultado. Ese día se pone en marcha la maquinaria que opera
además de con sus propios informes, con la información que
le
suministran los espías e infiltrados batistianos".
Esa noche, unos policías detuvieron a Fidel, Ramiro Valdés
y
Universo Sánchez. En los siguientes días, la lista ascendió
a 28
arrestados. Los uniformados confiscaron armas, documentos y
pertenencias de los revolucionarios.
"Mucho dinero debe haber movido la embajada cubana" —prosigue
Taibo—, "y a niveles más que altos en el aparato de Gobernación,
buscando que los agentes de la Dirección Federal de Seguridad
desmontaran la red de futuros invasores, detuvieran a Fidel y a
otros cuadros del 26 de Julio, los entregaran a Migración y esta
dependencia los deportara a Cuba".
El pueblo mexicano no abandonó a los revolucionarios cubanos.
Por intermedio de la familia Guzmán Gutiérrez, dos abogados
asumieron la representación de los futuros guerrilleros. El juez
Lavalle no aceptó presiones y concedió la suspensión
de la
detención a fin de que los cubanos no fueran deportados a su país.
Amigos mexicanos acudieron al general Lázaro Cárdenas, ex
presidente de la nación hermana. El veterano revolucionario hizo
gestiones con el entonces Presidente de México, con resultados
positivos. A finales de julio, casi todos los arrestados fueron
puestos en libertad, excepto Calixto García y el Che. Fidel se
comprometió con los dos compañeros a no iniciar la expedición
sin
ellos.
Tres semanas después, Calixto y Che fueron liberados. Por
aquellos días, Fidel tuvo una entrevista personal con el general
Cárdenas en la casa de Luis Sánchez Gómez, el jefe
de los
ayudantes del ex presidente.
Para evitar nuevas ocupaciones de armas, los revolucionarios
cubanos adoptaron urgentes medidas de seguridad. Otra vez
resalta la solidaridad: se trasladaron armas a casa de una
mexicana, Silvia Niño García–Cano, quien las conservó
hasta la
salida de la expedición; otra mexicana, Alfonsina González,
también
trabajó con sus familiares en el acarreo de armas a lugares
seguros.
La mayor parte de ese armamento se pudo adquirir mediante
Antonio del Conde, "el Cuate", quien tenía una armería en
Revillagigedo 47, Ciudad México. Con el trato constante, el armero
mexicano fue conociendo mejor a Fidel y sus compañeros, se fue
identificando con ellos y su causa; de suministrador de armas
devino colaborador invaluable.
Mientras andaba en busca de un lugar adecuado para probar las
armas, Fidel se encontró en las márgenes del río Tuxpan
un yate
blanco, de madera, con una sola cubierta sin mástil, proa inclinada
y popa recta. "Si usted me arregla ese barco, en ese nos vamos a
Cuba", le dijo al Cuate. Este se encargó de ello, incluso de
registrarlo a su nombre en la Secretaría de Marina.
HACIA CUBA
La noche del 24 al 25 de noviembre, Fidel y sus compañeros
partieron, a bordo del yate de madera, desde el puerto de Tuxpan
hacia Cuba. Varios telegramas anunciando su salida se les
cursaron a la Dirección del M–26–7 en la Isla, al Directorio
Revolucionario y a los auténticos, en EE.UU.
Al recibir el telegrama, Frank País decidió efectuar el levantamiento
previsto para apoyar el desembarco de la expedición al quinto día
de su partida, cálculo de tiempo estimado como su llegada a Cuba.
El 30 de noviembre de 1956, Santiago de Cuba se vistió de verde
olivo y sus jóvenes escribieron páginas heroicas en sus calles.
Pero el Granma aún navegaba en el Mar Caribe.
Al amanecer del 2 de diciembre, se produjo el desembarco por Las
Coloradas, cerca de Niquero. La tiranía, en alarma de combate
desde la sublevación santiaguera, había reforzado sus efectivos
en
Oriente. Tres días después, se produjo la sorpresa de Alegría
de
Pío y la dispersión de los expedicionarios.
Solo 21 de ellos se reagruparon junto a Fidel, semanas más tarde,
gracias a la red de campesinos organizada por Celia Sánchez y
Crescencio Pérez. Y en los días finales de 1956, el pequeño
destacamento, reforzado con algunos pobladores de la zona,
emprendió la marcha hacia la Sierra Maestra. Comenzaba así
la
última etapa de nuestra Guerra de Liberación.