El Nuevo Herald
November 1, 1998

'El Zorro' llegó clandestinamente a La Habana

   Aunque el oficio de alquilar películas en cintas de vídeo no aparece entre los "trabajos por cuenta propia" permitidos por el gobierno,
 muchos cubanos se benefician de quienes crean en sus propios hogares bancos de filmes y telenovelas para arrendarlos por precios
 que van desde cinco pesos cubanos hasta $1 al día.

 PABLO ALFONSO y RAUL RIVERO
 El Nuevo Herald

 La película que está viendo media Habana y gran parte de Cuba ahora
 mismo es La Máscara del Zorro. Antonio Banderas, enmascarado y
 espada en mano, está entrando en los hogares cubanos a través de una
 complicada red que contrabandea películas de vídeo en las principales
 ciudades del país.

 "Es la única forma que tengo de ver algo diferente a lo que ponen en la
 televisión, y no me preocupa mucho si es legal o no'', dijo a El Nuevo
 Herald Arminda Gómez, residente en el municipio habanero Playa.

 Ella está entre los miles de cubanos que se benefician de las decenas de
 ``bancos de películas'' que operan clandestinamente en diversas zonas de
 La Habana y en toda Cuba.

 En la lista de los aproximadamente 100 trabajos por cuenta propia
 autorizados por el gobierno cubano, no aparece "el alquilador'' de
 películas de vídeo. Sin embargo, decenas de estos audaces empresarios
 han montado un floreciente negocio, que se ramifica por todo el país.

 En La Habana, los bancos de películas alquilan la videocinta por $5.00
 pesos cubanos por 24 horas. Quien devuelva tarde la cinta puede
 esperar una suspensión temporal para alquilar otras películas. Si la cinta
 es devuelta sin rebobinar hay que pagar una multa de $2.00 pesos
 cubanos. Entre cliente y empresario se establece una especie de acuerdo
 tácito que mantiene en secreto el funcionamiento de la red, casi con la
 misma discreción con que opera el mercado negro de productos más
 esenciales.

 La existencia de este comercio es una alternativa más popular y
 económica al mercado estatal que opera en dólares. En las tiendas
 oficiales, que opera una firma estatal, hay que pagar una cuota inicial de
 registro de $10.00 (equivalente a 220.00 pesos cubanos), y rentar cada
 película cuesta $1.00 diario.

 José Luis González, residente en Santiago de Cuba, dijo que en esa
 ciudad los ``rentadores clandestinos'' cobran también $1.00 por la
 película o su equivalente en pesos cubanos, pero ``no hay que pagar la
 matrícula de $10.00''.

 "Aquí el videocentro oficial tiene varias películas de suspenso, karate y
 algunos dramas, y lo que circula más en el clandestino es [El] Chacal'',
 afirmó. ``No ha llegado nada todavía de El Zorro''.

 En cualquier caso, sin embargo, el denominador común es la
 comercialización de videocintas reproducidas ilegalmente, sin reconocer
 los derechos de autor, ni de las empresas distribuidoras autorizadas. Las
 películas que circulan en las redes clandestinas no tienen que esperar que
 la burocracia estatal decida si están libres de problemas ideológicos
 antes de exhibirse en las salas de cine o en la televisión.

 "Además de El Zorro, lo que más está persiguiendo la gente en estos
 días es Armagedón y El Doctor Doolittle'', dijo El Niño, uno de tantos
 empresarios clandestinos de este giro.

 El Niño tiene 36 años y nombre y dos apellidos como todo el mundo,
 pero no quiere darlos a la publicidad. Tiene su banco en una calle del
 reparto habanero de Cayo Hueso, cerca de Belascoaín y del Malecón.
 A veces la policía lo "sofoca'' un poco y entonces se muda para la casa
 de su madrina y regentea el negocio desde allá, desde Los Sitios. Pero
 después vuelve, porque sus clientes fijos viven por la zona de Cayo
 Hueso.

 ``Yo tengo un fondo como de unas 200 películas; no es mucho, pero me
 da para servir a mi clientela y vivir yo'', dijo El Niño. Su banco tiene fama
 en Cayo Hueso porque, dijo, ``yo estoy siempre encima de la bola'', y
 dispone de casetes en blanco, que compra a $3.00 en las tiendas
 estatales de recuperación de divisas, conocidas como TRD.

 ``En seguida que surge un peliculón, un contacto mío lo copia de los
 canales extranjeros, de los que le ponen a los turistas en los hoteles. El se
 lleva lo suyo y yo me pongo enseguida a circular el material'', explicó El
 Niño. ``Es un negocio limpio, yo no engaño a nadie. La gente se
 entretiene, ve tremendos dramones y yo voy luchando lo mío''.

 Además de películas, El Niño también renta telenovelas, principalmente
 mexicanas y venezolanas que, explicó, tienen mucha demanda, sobre
 todo entre el público femenino.

 ``Eso es más complicado, hay que esperar que alguien las traiga del
 extranjero. Se alquilan un poco más caras, pero también hay que pagar
 mucho dinero por ellas'', dijo.

 El Niño tiene un orden y una pequeña organización para que sus clientes
 se vayan satisfechos.

 ``A los que son punto fijos, los tengo anotados en una libreta y las
 películas tienen su numerito. Así la gente no repite, y no se lleva una que
 ya haya visto'', afirmó.

 Según este joven empresario, ese es el mismo sistema que se utiliza en
 todo el país.

 Sin embargo, algunos hablan de un banco en La Víbora que tiene más de
 2,000 filmes y que distribuye a toda La Habana mediante un sistema de
 mensajeros con motos y automóviles.

 Las redes clandestinas están distribuyendo también, exitosamente, vídeos
 de la Serie Mundial de Béisbol que ganaron los Marlins de la Florida y,
 en los últimos días, algunos de los juegos de la recién finalizada Serie
 Mundial en los que participó el lanzador cubano Orlando `El Duque'
 Hernández. Algunas de esas videocintas llegan a venderse hasta por
 $20.00.

 ``Esa es una actividad con fuertes connotaciones ideológicas, porque la
 gente se cuestiona por qué Cuba difundió el Mundial de Fútbol, donde
 no participó ningún cubano, y silencia todo lo relacionado con el Mundial
 de Béisbol, donde sí hay deportistas cubanos participando'', afirmó
 Wilfredo Cancio, ex profesor de Periodismo de la Universidad de La
 Habana que reside en Miami desde 1994.

 Cancio, quien obtuvo este año un doctorado en Ciencias de la
 Información en la Universidad La Laguna de Islas Canarias, España,
 explicó que las autoridades cubanas ``piratean'' los filmes
 norteamericanos y los reproducen en el país a través de una empresa
 denominada Omnivideo.

 ``Desde fines de los 80, cuando se abrieron salas oficiales de vídeo
 como alternativa al cine de celuloide, el gobierno cubano ha pirateado
 toda clase de filmes'', afirmó Cancio.

 Junto con las salas de vídeo oficiales surgieron las clandestinas. Muchos
 cubanos, propietarios de videocaseteras, convirtieron la salas de sus
 casas en salas de proyección.

 "Se pagan cinco pesos cubanos por la entrada y se ven películas que
 todavía no están pasando en las salas oficiales'', dijo desde Camagüey
 María Conde. Sin embargo, estas salas clandestinas no han podido
 prosperar libremente. Es un negocio no autorizado por el gobierno y
 demasiado público para mantenerlo en secreto. ``Al principio llegaron a
 poner hasta carteles en los portales anunciando la película de esa noche,
 pero después prohibieron todo'', afirmó Conde. Armando Triana,
 estudiante habanero de 24 años, tiene una apreciación especial sobre los
 bancos de cine, considerados ilegales por el gobierno. ``La televisión
 pone cuatro o cinco películas a la semana. Ellos eligen y a veces repiten
 con demasiada frecuencia. Y aquí lo único que tiene uno para
 entretenerse y ver algo, otro mundo, son las películas'', dijo Triana. ``Yo
 alquilo cuatro o cinco por semana. Los sábados, dos; y así refresco de
 los estudios y mato el fin de semana. Yo no tengo vídeo, pero las veo en
 la casa de un amigo. El pone el equipo y yo llevo el filme''. Caridad
 Marín, 54 años, oficinista, es también una asidua cliente de las
 videocintas clandestinas.

 "Yo sí he alquilado porque tengo un Beta, que me compró hace años mi
 hermana que vive en Miami. Ahora hay pocas películas para ese sistema,
 porque todas son VHS, pero siempre se consigue algo en Beta'', afirmó
 Marín. ``He visto lindísimas telenovelas mexicanas. La mayoría ya
 perdieron el color y tiemblan un poco en la pantalla; me da miedo por el
 equipo, pero algo hay que hacer.

 "Aquí los cines de barrio han desaparecido, y cuando ponen películas en
 algunos, son unos clavos, del Festival de Cine, o de tragedias políticas, y
 uno no está para eso'', dijo.