ANITA SNOW
Associated Press
La Habana -- Un chiste cubano refiere que
una esposa llama a un manicomio para
pedir explicaciones acerca de la extraña
conducta de su esposo.
El marido se ha pasado toda la tarde en
el balcón de su apartamento, gritándoles a los
transeúntes que pasan por la calle:
''¡Soy botones del Hotel Riviera!''
``Señora'', dice el director médico
del hospital, ``su marido padece de
delirio de grandeza. No comprende que no
es nada más que un
neurocirujano''.
Los desvaríos del neurocirujano del
chiste pueden comprenderse en la
Cuba de hoy, si se tiene en cuenta que
un empleado de un hotel turístico
puede ganar aquí fácilmente
más dinero que un alto empleado estatal.
¿Por qué? Por el dólar norteamericano.
El dólar ha tomado un papel central
en la economía socialista de Cuba
desde que el gobierno legalizó la
tenencia de divisas extranjeras en 1993.
Cinco años atrás, los cubanos
sorprendidos con dólares podían ir a la
cárcel. Ahora, van a tiendas del
estado para aprovisionarse de artículos
que no pueden obtener con pesos cubanos.
El gobierno estimula el uso de dólares,
porque lo ayuda a obtener la
divisa fuerte necesaria para salvar a su
atribulada economía. Las
autoridades dicen que casi la mitad de
la población tiene acceso a los
dólares como resultado de la nueva
política monetaria.
Ahora bien, si es cierto que los dólares
han estimulado una recuperación
económica, también han creado
desigualdades desconocidas durante los
años de la revolución iniciada
en 1959. Un empleado estatal promedio
gana unos 200 pesos mensuales, equivalentes
a $10.50. Un botones
puede ganar esa cantidad en propinas en
unas pocas horas de trabajo.
``Si tuviera dólares me compraría
una buena chuleta de cerdo con
congrí'', dijo Aníbal Granada,
de 69 años, quien luchó en la revolución
que condujo a Fidel Castro al poder.
``Pero no tengo a nadie que me mande dólares
de Miami, así que tengo
que comer picadillo de soya'', dijo Granada,
refiriéndose a una mezcla de
soya disponible por la libreta de racionamiento.
``Creo que los
combatientes de la revolución se
merecen algo más''.
Con todo, los resentimientos sociales han
amainado en comparación con
los primeros años de esta década,
que fue una época de gran hambre y
desaliento en que algunos cubanos les imploraban
a los turistas que les
cambiaran pesos por dólares, y que
les compraran pasta de dientes,
sandalias y otras cosas disponibles únicamente
en las tiendas de dólares,
que entonces tenían vedadas.
El gobernante Castro previó la desigualdad
cuando se legalizó el dólar, el
26 de julio de 1993: ``Algunas de estas
medidas son desagradables'',
dijo Castro. ``No nos gustan. Habrá
algunos que tendrán privilegios y
otros que no, porque tienen un familiar,
porque tienen una relación,
porque les mandan dinero''.
Cuatro años después, la Agencia
de Información Nacional admitió que
``aquellos que tienen dólares pueden
cubrirse las necesidades. Los que
carecen de billetes verdes sufren más
los rigores''.
El gobierno dijo hacia fines del año
pasado que el flujo de dólares
contribuyó a la modesta recuperación
económica del 2.5 por ciento que
se registró en 1997, pese a la escasa
cosecha azucarera, que
tradicionalmente era la fuente principal
de divisas de Cuba.
Los dólares son hoy día tan
comunes como los pesos cubanos, al tiempo
que han aumentado también los productos
y servicios ofrecidos a cambio
de dólares. Las ventas en dólares
en Cuba aumentaron el año pasado en
un 17.8 por ciento.
El gobierno dice que alrededor de 1,400,000
de los 4 millones de
personas empleadas en Cuba reciben ahora
al menos una parte de su
salario mensual en dólares.
Muchas de estas personas trabajan en hoteles
u otras empresas del
turismo, que son propiedad conjunta de
Cuba y sus socios comerciales
extranjeros.
Aunque no ganen una parte de sus salarios
en dólares, los empleados
hoteleros, mozos y taxistas estatales ganan
dólares porque los reciben en
las propinas que les dan los viajeros.
Igual sucede con los cubanos que ofrecen
servicios ilegales a los turistas:
las prostitutas, los taxistas independientes,
y la gente que alquila
habitaciones sin aprobación estatal.
Los propietarios de los ``paladares'' o
pequeños restaurantes familiares,
los artesanos y otros individuos con permiso
para trabajar por cuenta
propia también ganan dólares.
Luego están las personas con parientes
en el exterior que les envían
dinero.
Si bien no hay cifras concretas al respecto,
los estimados de las remesas
familiares oscilan según diversos
cálculos entre $400 y $800 millones
anuales. Hoy día, esas remesas son
consideradas una de las mayores
fuentes de divisas del país.
La mitad de la población cubana vive
a duras penas con las raciones
oficiales y sus magros salarios estatales,
mientras que el resto, que tiene
dólares, puede comprar muchas cosas
que el socialismo no subsidia:
aceite vegetal, leche, la mayoría
de las carnes y verduras, e incluso
frascos de champú.