MONIKE DE MOTAS
Buró de Prensa Independiente
La Habana -- Hay muchos que han llegado a creer que el recibimiento
de Su Santidad Juan Pablo II por el gobierno castrista fue una
pública
demostración del comienzo honesto de una apertura religiosa
en la isla.
Apenas han transcurrido ocho meses de ese trascendental hecho
cuando
la vida cotidiana prueba, día a día, la falsa ilusión
creada en torno a esa
leyenda bien estructurada inicialmente por el régimen.
El sitio más a propósito dentro de nuestro territorio
para constatar la real
violación del derecho constitucional al ejercicio de la
libertad de culto, es
la Universidad. Los estudiantes de la enseñanza superior
sufren con
creces sus extraordinarias limitaciones para practicar sus credos.
Sobre todo los becados. Se ven impedidos, no sólo de celebrar
reuniones para orar, aunque sea en sitios públicos, sino
que además no
pueden tener sobre sus camas imágenes de santos u otros
emblemas de
culto, y por último, ahora también se les prohíbe
llevar sobre su cuerpo
tales signos religiosos.
Contó un joven católico que cursa estudios en la
Universidad de La
Habana que recientemente la directora de su escuela lo mandó
a buscar
para comunicarle que no podía asistir a clases con joyas
sobre su
cuerpo.
"Ella llevaba una gruesa y escandalosa cadena de oro pendiente
de su
cuello", recordó él, "y al decirme eso, la vista
se me desvió hacia ella".
"Yo no uso joyas, le dije, mientras manoseaba con toda intención
el
cordón del que cuelgo mi cruz de madera, y así
se lo hice notar".
"Tampoco pueden llevarse encima objetos religiosos", reconoció
por fin
la profesora. "No le contesté, pero tampoco pienso quitarme
la cruz del
cuello", concluyó.
Pero en los albergues de becas la situación es aún
más tensa. Los
alumnos pueden tener sobre las paredes afiches de rockeros o
dirigentes
gubernamentales, pero tan pronto como cuelgan un crucifijo, el
Corazón
de Jesús, la foto del Papa o la imagen de algún
santo, de inmediato se las
mandan a retirar.
¿Qué hacer? Sólo tienen dos alternativas:
se rebelan, negándose
flagrantemente a obedecer, y exponiéndose con toda valentía
a la
expulsión; o se someten al poder del autoritarismo y admiten
la
intromisión impositiva sobre su derecho a la libertad
de culto. Algunos se
arriesgan, pero no son la mayoría. Por ello, cada día
serán menos sus
libertades civiles.
Ahí está el caso de un estudiante camagüeyano
de Lenguas Hispánicas,
poeta y escritor con libros publicados. Se atrevió a expresar
públicamente sus desavenencias con el sistema, y fue deshabilitado
de
por vida para cursar carrera alguna. Ahora se encuentra en La
Habana,
haciendo dentro de la Iglesia Católica el doctorado en
Teología.
¡Valiente muchacho que constituye un digno ejemplo para
nuestra
juventud!
Nuestras limitaciones religiosas también se demuestran
en las
celebraciones del santoral. Según acuerdo bilateral entre
el Estado y la
Iglesia, la tradición de sacar a los santos en procesión
podía restituirse
aunque fuera en una pequeña escala.
Ya en dos oportunidades, por exigencias de última hora
procedentes del
Comité Central del Partido, han tenido que suspenderse
las procesiones
de la Virgen del Carmen, primero y la de las Mercedes más
recientemente. La primera provocó una enérgica
protesta de los jóvenes
católicos en plena vía pública; la segunda,
dio lugar a que los asistentes a
la misa dieran voces indignadas de "La Virgen está presa".
Ello sin contar la gigantesca serie de operativos represivos que
la
Seguridad del Estado realiza contra los disidentes para impedirles,
con
amenazas o detenciones, su asistencia a los templos o su participación
en
las procesiones.
Esta información fue tomada del Servicio Cubanet
Copyright © 1998 El Nuevo Herald