PABLO ALFONSO
El Nuevo Herald
Esta es la entrevista exclusiva concedida a El Nuevo Herald por
la
escritora y poetisa cubana Tania Díaz Castro. En ella,
la controvertida
disidente narra lo que sucedió tras su arresto a principios
de 1992 y su
seis meses de incomunicación en una celda de Seguridad
del Estado.
El Nuevo Herald: Quisiera que explicara cómo fue
el proceso que la
condujo a renegar del movimiento de derechos humanos y de sus
compañeros en esa organización en 1992.
Tania Díaz Castro: Desgraciadamente aquellas opiniones
las dije
porque las sentía. Me doy cuenta ahora de que no debía
haber dicho
esas cosas. Por supuesto que no mantengo nada de eso. Fui presionada
en Seguridad del Estado desde el primer momento. Me amenazaron
hasta con el fusilamiento, acusándome de sedición,
de rebelión. Durante
los tres primeros meses, yo no cedí. No cedí a
las presiones, me
mantuve firme tres meses, pero después no pude más.
Confieso que no
pude más.
ENH: ¿Qué pasó? ¿Cómo
fue su encarcelamiento en Seguridad del
Estado?
TDC: Estuve meses sin oír ningún ruido. Me
rodeaba un silencio total.
Absoluto y terrible. Caer allí, en Seguridad del Estado,
es como caer en
el lugar más macabro que puedas imaginar en la vida. No
sabemos cómo
puede ser el Infierno, pero me imagino que es algo semejante.
Mis decenas de interrogatorios fueron en un pequeño cubículo,
de dos
metros cuadrados. Casi helado por el aire acondicionado, que
me
estremecía, y no me dejaba casi pensar, cuando Pichardo
(Rodolfo,
mayor de la Seguridad del Estado) me entrevistaba allí
en aquél
congelador.
Hicieron conmigo un trabajo muy inteligente. Se empeñaron
en que la
escritora y la poetisa, Tania Díaz Castro, retornara a
sus ideas políticas.
A las ideas que ya había renunciado cuando me decepcioné
del
castrismo.
Yo casi puedo asegurar que el caso mío estuvo en las manos
de Fidel
Castro. A mí me entrevistó Carlos Aldana (entonces
miembro del Buró
Político, purgado en 1992) para convencerme de que retornara
a mis
ideas, al socialismo.
Yo honestamente te digo que me convencieron. Lo confieso.
Hay que tener en cuenta que yo procedo de una familia muy humilde,
de
origen comunista. Toda mi familia fue comunista. Mi madre era
comunista. Mi abuela, cuando murió en Camajuaní,
en la década del 40,
pidió antes de morir que le pusieran la bandera de la
hoz y el martillo
dentro de la caja. Y yo tengo todas esas cosas de mi vivencia
de mi
niñez.
Por eso no era tan difícil convencerme. Lavarme el cerebro.
Después de
tres meses de intensos interrogatorios y todo tipo de presiones.
ENH: ¿Cómo ha transcurrido su vida desde entonces?
TDC: Después pasó el tiempo y poco a poco
me fui dando cuenta de
que yo había caído en una trampa. Pero así
y todo, incluso, trataba de no
admitirlo. Y me decía yo misma: `No, no es posible'. Yo
realmente tengo
que creer en la revolución. No puedo creer en el imperialismo.
Los
americanos son malos; quieren la fruta madura. Y la misma historia
y la
misma cantinela de siempre. ¿Tú me entiendes?
Finalmente cuando me di cuenta de que realmente había caído
en una
trampa, que estaba en una vorágine absurda, ya era tarde.
Me entró una
depresión enorme que todavía estoy sufriendo.
ENH: ¿Cuándo decidió admitir públicamente todo esto?
TDC: Ha sido un largo proceso. He estado encerrada en mí
misma
durante todos estos años. Metida en mi casa. Leyendo mucho,
escribiendo. He hecho una vida muy al margen de todo. Incluso
tengo un
radio malísimo con el cual no puedo oír ni a Radio
Martí. Ahora en estos
días me prestaron un radiecito y he podido oír
esa emisora, pero ya lo
tengo que devolver porque no es mío.
Pero, finalmente, decidí que ya no puedo seguir así.
Tengo que hacer
algo, acabar con esta indiferencia. Con esta tranquilidad. No
puedo, no
puedo. Sencillamente no puedo.
ENH: ¿Usted sabe que a raíz de sus declaraciones
fue vista por muchos
en el exterior como una agente de la Seguridad del Estado infiltrada
en el
movimiento disidente?
TDC: Bueno, figúrate tú. Entonces ahora me
estarán viendo como una
``segurosa'', y me tendrán pánico. Han destruído
mi vida. La situación
mía es terrible. Y por eso te estaba comentando al principio
que me
siento muy deprimida.
ENH: ¿Cuál es su análisis político de la situación actual del país?
TDC: Esto sencillamente es un caos. Estoy sufriendo mucho
la situación
de mi país. Yo la sufro muchísimo. Mucho, mucho.
Más no la puedo
sufrir. Creo que ni con un cáncer hubiera sufrido tanto.
Aquí todo no es más que mantener el poder. El único
objetivo. Lo único
que le interesa a estos personajes del gobierno.
ENH: ¿Qué salida ve entonces al proceso cubano?
TDC: Figúrate. ¿Qué te puedo decir?
Yo no confío en que la máxima
dirigencia del gobierno se dé cuenta del caos en que tiene
al pueblo y
rectifique. Rectificar sería entrar en una democracia
y si entramos en una
democracia, pues la dictadura va abajo y ellos también,
sencillamente.
Por eso su objetivo es mantenerse el tiempo que puedan, hasta
que el
globo reviente. Porque el globo va a reventar, porque la situación
que
hay en el país es terrible.
Yo no quiero eso. Quisiera que el globo se desinfle no que reviente.
Porque cuando reviente, puede provocar hasta una guerra civil
y eso
sería un trágico y doloroso final para todos.
Copyright © 1998 El Nuevo Herald