JAVIER LYONNET y OLANCE NOGUERAS
El Nuevo Herald
El apartamento de Manuel Viramontes, líder
de la supuesta célula de
espionaje de Cuba, que se hacía
pasar por puertorriqueño y fue una de
las 10 personas arrestadas por el FBI,
parecía haber sido objeto de un
robo.
``Mire lo que le hicieron a su apartamento'',
exclamó el lunes el
encargado del edificio ubicado en 18100
de Atlantic Boulevard, en
North Miami Beach, al abrir la puerta del
apartamento 305 con su llave
maestra.
Todo el lugar estaba en desorden. Prendas
de ropa y zapatos tirados;
revistas, periódicos de Nicaragua
y México y libros de historietas
cómicas y poesía por el suelo;
utensilios de cocina desparramados;
cajones de la cómoda vaciados; paneles
del techo del baño levantados y
algunos quebrados; un agujero en la pared
sugería que la cortina del
baño había sido arrancada
con violencia.
Un trozo de cinta blanca con las palabras
``Evidence'' y ``Federal
Bureau of Investigations'' escritas en
letras negras estaba pegada en la
pared, a unos seis pies de altura, frente
a la puerta de la cocina.
Esa era la prueba más clara de que
en el lugar no habían irrumpido
ladrones, sino agentes federales del gobierno.
Un paquete de la misma cinta permanecía
sobre la mesa del comedor,
junto a una caja de guantes de látex,
posiblemente también perteneciente
a los investigadores.
``Se llevaron la computadora'', observó
el encargado, Henry Riesman,
quien aseguró que Viramontes ya
vivía allí cuando él llegó al edificio, tres
años atrás. No se veían
disketes, cintas de audio (aunque sí sus cajas),
discos compactos ni otros elementos útiles
para conservar registros,
aludidos en el encausamiento legal del
FBI.
Tampoco estaban el aparato de televisión
y la videocasetera que
Viramontes parece haber tenido, a juzgar
por el control remoto del
televisor y las cajas vacías de
videocintas.
Según Riesman, de origen ruso, Viramontes
trabajaba en publicidad
gráfica, diseñando afiches
y carteles. ``No tenía demasiado dinero, a
veces demoraba una semana en pagar la renta,
pero siempre pagaba''.
``Es un muchacho puertorriqueño de
unos 28 o 29 años, siempre bien
vestido, muy agradable, muy caballero,
nunca tuve quejas sobre él, ni lo
vi borracho, y mantenía su apartamento
siempre limpio y ordenado'', dijo
Riesman.
``No puedo creer que sea un espía,'',
expresó el encargado del edificio a
quién, según dijo, los cubanos
no le gustan mucho. ``Prefiero a los
puertorriqueños porque son diferentes''.
El vecino del apartamento 304, Víctor
Fonseca, argentino de 68 años,
dijo que Viramontes es un escritor ``muy
inteligente'' que trabaja para
una agencia de publicidad.
``Es muy buena persona, como todos los puertorriqueños'',
dijo
Fonseca, que en la noche del sábado
escuchó ``mucha bulla, como si
arrastraran muebles'' en el apartamento
de su vecino.
Riesman recordó que en la noche del
sábado vio ``detectives'' en la
puerta del edificio y en los días
anteriores a alguien que tomaba
fotografías de la propiedad desde
distintos ángulos. Tanto Riesman como
Fonseca aseguraron que sólo una
persona, un joven puertorriqueño,
visitaba ``de vez en cuando'' a Viramontes.
Al caer la tarde, vecinos de la pareja de
Nilo y Linda Hernández en el
3012 de la calle 18 del SW, corazón
de La Pequeña Habana,
reaccionaban sorprendidos a la noticia.
El dúplex, propiedad de la
pareja, se hallaba rodeado de precinta
colocada por la policía.
``El sábado, cuando el FBI los arrestó,
la cuadra se llenó de gente
porque se rumoró que estaban vinculados
con tráfico de drogas'', dijo
David Rodríguez, de 32 años,
quien presenció la operación. ``A mí me
llamó mucho la atención que
se hayan llevado el carro a remolque,
computadoras, antenas, y muchos papeles
que no tienen nada que ver
con cocaína o marihuana''.
Dos mujeres, vecinas más cercanas
de la pareja, dijeron bajo anonimato
que los Hernández eran muy callados
y que apenas intercambiaban
palabras con la vecindad.
``La verdad es que apenas se les notaba'',
dijo una de las mujeres.
``Nosotras sentimos un gran cariño
por el niño de 11 años que ellos
tienen, que en definitiva no es culpable
de lo que hacían sus padres''.
En la comunidad cubana de Miami, la noticia
tuvo gran impacto. ``Son
traidores, deberían darles el castigo
más severo posible'', dijo Armando
Bravo, un enfermero retirado de 79 años,
exiliado desde hace 34.
María Cruz, de 38 años, una
madre de cuatro hijos que llegó a Miami en
1968, aplaudió al gobierno estadounidense
y también reclamó castigo.
``Una se siente insegura sabiendo que hay
espías entre nosotros. Espero
que el gobierno los detenga antes de que
más gente sufra y muera''.
Para muchos otros exiliados, como Manuel
Ramos, la infiltración de
espías de La Habana en organizaciones
anticastristas ha logrado dividir
los métodos de lucha y el pensamiento
del exilio cubano.
``Para luchar contra estos infiltrados,
lo que necesitamos es un gobierno
cubano en el exilio que funcione unido
y se elija en todo el país, porque
el caso de Cuba lo controla el FBI y Wall
Street'', dijo Ramos, que
escribe columnas políticas para
pequeños períodicos de Miami y Nueva
Jersey.
Después de tomar una taza de café
en el Versalles, Manuel Cabaleiro
parecía vivir uno de los días
más felices de su vida.
``Hacía años que esto debía
haber pasado'', dijo Cabaleiro. ``Hasta al
Versalles venían a cada rato tenientes
coroneles a colar sus ideas''.