El Nuevo Herald
September 15, 1998
 
FBI viró al revés casa de supuesto cabecilla

 JAVIER LYONNET y OLANCE NOGUERAS
 El Nuevo Herald

 El apartamento de Manuel Viramontes, líder de la supuesta célula de
 espionaje de Cuba, que se hacía pasar por puertorriqueño y fue una de
 las 10 personas arrestadas por el FBI, parecía haber sido objeto de un
 robo.

 ``Mire lo que le hicieron a su apartamento'', exclamó el lunes el
 encargado del edificio ubicado en 18100 de Atlantic Boulevard, en
 North Miami Beach, al abrir la puerta del apartamento 305 con su llave
 maestra.

 Todo el lugar estaba en desorden. Prendas de ropa y zapatos tirados;
 revistas, periódicos de Nicaragua y México y libros de historietas
 cómicas y poesía por el suelo; utensilios de cocina desparramados;
 cajones de la cómoda vaciados; paneles del techo del baño levantados y
 algunos quebrados; un agujero en la pared sugería que la cortina del
 baño había sido arrancada con violencia.

 Un trozo de cinta blanca con las palabras ``Evidence'' y ``Federal
 Bureau of Investigations'' escritas en letras negras estaba pegada en la
 pared, a unos seis pies de altura, frente a la puerta de la cocina.

 Esa era la prueba más clara de que en el lugar no habían irrumpido
 ladrones, sino agentes federales del gobierno.

 Un paquete de la misma cinta permanecía sobre la mesa del comedor,
 junto a una caja de guantes de látex, posiblemente también perteneciente
 a los investigadores.

 ``Se llevaron la computadora'', observó el encargado, Henry Riesman,
 quien aseguró que Viramontes ya vivía allí cuando él llegó al edificio, tres
 años atrás. No se veían disketes, cintas de audio (aunque sí sus cajas),
 discos compactos ni otros elementos útiles para conservar registros,
 aludidos en el encausamiento legal del FBI.

 Tampoco estaban el aparato de televisión y la videocasetera que
 Viramontes parece haber tenido, a juzgar por el control remoto del
 televisor y las cajas vacías de videocintas.

 Según Riesman, de origen ruso, Viramontes trabajaba en publicidad
 gráfica, diseñando afiches y carteles. ``No tenía demasiado dinero, a
 veces demoraba una semana en pagar la renta, pero siempre pagaba''.

 ``Es un muchacho puertorriqueño de unos 28 o 29 años, siempre bien
 vestido, muy agradable, muy caballero, nunca tuve quejas sobre él, ni lo
 vi borracho, y mantenía su apartamento siempre limpio y ordenado'', dijo
 Riesman.

 ``No puedo creer que sea un espía,'', expresó el encargado del edificio a
 quién, según dijo, los cubanos no le gustan mucho. ``Prefiero a los
 puertorriqueños porque son diferentes''.

 El vecino del apartamento 304, Víctor Fonseca, argentino de 68 años,
 dijo que Viramontes es un escritor ``muy inteligente'' que trabaja para
 una agencia de publicidad.

 ``Es muy buena persona, como todos los puertorriqueños'', dijo
 Fonseca, que en la noche del sábado escuchó ``mucha bulla, como si
 arrastraran muebles'' en el apartamento de su vecino.

 Riesman recordó que en la noche del sábado vio ``detectives'' en la
 puerta del edificio y en los días anteriores a alguien que tomaba
 fotografías de la propiedad desde distintos ángulos. Tanto Riesman como
 Fonseca aseguraron que sólo una persona, un joven puertorriqueño,
 visitaba ``de vez en cuando'' a Viramontes.

 Al caer la tarde, vecinos de la pareja de Nilo y Linda Hernández en el
 3012 de la calle 18 del SW, corazón de La Pequeña Habana,
 reaccionaban sorprendidos a la noticia. El dúplex, propiedad de la
 pareja, se hallaba rodeado de precinta colocada por la policía.

 ``El sábado, cuando el FBI los arrestó, la cuadra se llenó de gente
 porque se rumoró que estaban vinculados con tráfico de drogas'', dijo
 David Rodríguez, de 32 años, quien presenció la operación. ``A mí me
 llamó mucho la atención que se hayan llevado el carro a remolque,
 computadoras, antenas, y muchos papeles que no tienen nada que ver
 con cocaína o marihuana''.

 Dos mujeres, vecinas más cercanas de la pareja, dijeron bajo anonimato
 que los Hernández eran muy callados y que apenas intercambiaban
 palabras con la vecindad.

 ``La verdad es que apenas se les notaba'', dijo una de las mujeres.
 ``Nosotras sentimos un gran cariño por el niño de 11 años que ellos
 tienen, que en definitiva no es culpable de lo que hacían sus padres''.

 En la comunidad cubana de Miami, la noticia tuvo gran impacto. ``Son
 traidores, deberían darles el castigo más severo posible'', dijo Armando
 Bravo, un enfermero retirado de 79 años, exiliado desde hace 34.

 María Cruz, de 38 años, una madre de cuatro hijos que llegó a Miami en
 1968, aplaudió al gobierno estadounidense y también reclamó castigo.
 ``Una se siente insegura sabiendo que hay espías entre nosotros. Espero
 que el gobierno los detenga antes de que más gente sufra y muera''.

 Para muchos otros exiliados, como Manuel Ramos, la infiltración de
 espías de La Habana en organizaciones anticastristas ha logrado dividir
 los métodos de lucha y el pensamiento del exilio cubano.

 ``Para luchar contra estos infiltrados, lo que necesitamos es un gobierno
 cubano en el exilio que funcione unido y se elija en todo el país, porque
 el caso de Cuba lo controla el FBI y Wall Street'', dijo Ramos, que
 escribe columnas políticas para pequeños períodicos de Miami y Nueva
 Jersey.

 Después de tomar una taza de café en el Versalles, Manuel Cabaleiro
 parecía vivir uno de los días más felices de su vida.

 ``Hacía años que esto debía haber pasado'', dijo Cabaleiro. ``Hasta al
 Versalles venían a cada rato tenientes coroneles a colar sus ideas''.