Mercados agropecuarios se vuelven inaccesibles en Cuba
PABLO ALFONSO
Redactor de El Nuevo Herald
y RAUL RIVERO
Especial para El Nuevo Herald
[NOTA: Este artículo fue elaborado conjuntamente por los
periodistas Pablo Alfonso y Raúl Rivero, en Miami y La
Habana,
respectivamente.]
Atrapados entre disposiciones burocráticas y abrumadores
impuestos que
los obligan a elevar sus precios, los mercados agropecuarios
se alejan cada día
más del objetivo para el que fueron creados: vender libremente
los productos
agrícolas que necesita la población para sobrevivir
el estricto racionamiento estatal.
"Aquí hay que robar para poder vivir'', afirmó Ramón
Llaguno, jubilado de 67
años, quien se encontraba de compras el pasado jueves,
al filo del
mediodía, en el mercado habanero de Cuatro Caminos, frente
a la
estación de ferrocarril de Cristina.
Mientras negociaba la compra de tres guayabas por seis pesos,
Llaguno
comentó a El Nuevo Herald que a él le gusta la
mermelada de guayaba,
pero que con su pensión de 150 pesos mensuales tiene que
reservar el
lujo de ese postre del panteón cubano para los días
de cobro.
"Por ejemplo, yo la carne no la puedo comprar; otra gente sí,
pero ¿tú
viste esos seis pesos por tres guayabas?'', indicó.
Ese día Llaguno había cobrado y estaba de lujos. Decidió
conseguir un aguacate para
el almuerzo. Entonces un vendedor que tenía una tarima con limones
y unos
aguacates `Catalina' le dijo: ``Vaya, llévate lo tuyo aquí''.
Escogió el aguacate más grande y terso de la pila y miró al tarimero.
"Son 10 pesitos'', le dijo el hombre. Llaguno dejó el aguacate
sobre la pila,
mientras se alejaba con una mezcla de rabia y frustración.
Escenas como éstas se repiten por miles a diario en los
mercados cubanos de venta
libre, establecidos desde 1994. Los precios están por
las nubes, fuera del
alcance de una población laboral cuyo salario promedio
no rebasa los 200 pesos
mensuales, unos $11.00 al cambio actual.
El promedio real del salario mensual disminuyó 46 por ciento
de 1989 a
1995, a consecuencia de que el índice de precios ``arrojó
un alza del
orden del 66 por ciento en ese mismo período'', según
un estudio sobre
Cuba publicado este año por la Comisión Económica
para América
Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de Naciones Unidas con
sede
en Chile.
A esta situación hay que añadir el pobre desempeño
de la agricultura
cubana en los últimos años. Según cifras
del Ministerio de Agricultura, la
producción agrícola de Provincia Habana en 1996
fue de 11.1 millones
de quintales de viandas, hortalizas y granos, pero en 1997 esa
cifra se
redujo a sólo 7.5 millones de quintales.
De acuerdo con las mismas fuentes estadísticas, hasta el
cierre de abril
de 1998 La Habana dejó de cosechar 712,800 quintales de
viandas,
hortalizas y granos con relación al mismo período
del año anterior.
Esas cifras auguran una seria carencia de productos del agro en
lo que
queda del año. Precisamente, es en los meses de enero
a abril cuando la
agricultura cubana produce alrededor del 60 por ciento de la
cosecha del
año.
El problema alimentario es realmente serio para los cubanos que
sólo
tienen acceso a la compra de una cuota de alimentos que el Estado
vende a bajos precios, pero que es insuficiente para vivir.
Un vendedor particular del mercado de Cuatro Caminos, que sólo
quiso
identificarse como Roberto, de 27 años, tiene su explicación
sobre el
alza de precios.
``Los precios suben, y tienen que subir, van a seguir subiendo
si siguen
cobrando tanto por las tarimas. El impuesto sobre la venta se
mantiene al
cinco por ciento y otros cinco más por lo que pongas ese
día en la
tarima, que es demasiado. Por tener un pedacito aquí donde
colocar
unos aguacates y unos limones, te cobran lo que les parece'',
afirmó.
Según Roberto, la Empresa Municipal de Comercio Minorista,
encargada de controlar los mercados agropecuarios, cobra una
especie
de ``licencia ocupacional'' a los vendedores equivalente al cinco
por
ciento del valor estimado de los productos que el tarimero trae
ese día
para la venta.
``Te cuesta producir, traer la mercancía, y nunca sabes
cuánto vas a
tener que pagar por la tarima... cambian los precios casi todos
los días,
eso también es un negocio para alguna gente'', recalcó
Roberto.
En el mercado de la avenida 19 y calle 70, en el municipio habanero
de
Playa, las quejas sobre los precios altos se repiten. El administrador
del
lugar, que sólo se identificó como Jesús,
desalojó del lugar a una
reportera independiente que entrevistaba para El Nuevo Herald
a
algunos compradores.
``Me dijo que allí no podía hacer esas grabaciones,
que era ilegal'',
indicó la reportera, que ya había logrado conversar
con varias personas
antes de ser expulsada del lugar.
Rafael, de 31 años, enfermero del Hospital Calixto García
de Ciudad de
La Habana, y su esposa, María, de 29 años, profesora,
compartieron
con El Nuevo Herald su experiencia en ese agromercado.
``Ahora estamos peor que después del ciclón. Se
han disparado los
precios, como el caso de los frijoles, que es difícil
comprarlos'', dijo
María.
A pesar de que entre ambos ganan 530 pesos mensuales, el matrimonio
afirma que ese dinero no es suficiente para acudir regularmente
al
mercado agropecuario.
``Aun así nos vemos apurados para cubrir los gastos. Con
nuestro
salario no se puede venir aquí más que dos veces
al mes'', subrayó
María. ``Si acaso para viandas, vegetales y algo para
condimentar''.
Los mercados agropecuarios --autorizados después del llamado
``Maleconazo'', cuando cientos de cubanos se lanzaron a las calles
de La
Habana para protestar por la situación económica
y política del país--
subsisten en un forcejeo político, en el que el Estado
los utiliza para
aplacar protestas populares, aunque al mismo tiempo evita que
se
expandan por el temor al desarrollo del libre mercado.
Ultimamente, los hombres de campo y sus representantes en los
mercados han enfrentado ejércitos de inspectores, ataques
de clientes e
historias agresivas en la prensa oficial. A pesar de ello, los
mercados han
posibilitado la oferta de una modesta variedad de alimentos.
``Es la misma contradicción de siempre, porque en el fondo
existe un
problema ideológico, político'', afirmó
Carmelo Mesa-Lago, profesor de
Economía de la Universidad de Pittsburgh y especialista
en asuntos
cubanos.
``El gobierno inicia reformas económicas, comienza una
especie de
apertura y luego las congela, dan marcha atrás, imponiendo
cargas
impositivas excesivas a los mercados y a los trabajadores por
cuenta
propia'', dijo.
Mesa recordó que los mercados agropecuarios surgieron como
un
medio de acabar con el mercado negro y también para disminuir
el
desempleo, que según cifras calculadas por la CEPAL alcanzó
un 27 por
ciento en 1997.
``Para paliar los problemas del desempleo, el gobierno autorizó
el
trabajo por cuenta propia en 1992, lo cual había sido
permitido en 1980
y prohibido dos años después, igual a lo que hizo
con los mercados
agropecuarios''. dijo Mesa. ``Ahora no los han prohibido oficialmente,
pero tratan de asfixiarlos con impuestos y disposiciones burocráticas
de
todo tipo''.
Las reformas económicas que ha implementado el régimen
castrista para
sobrevivir, mezcla de capitalismo estatal y socialismo planificado,
han
generado irritantes desigualdades en una población que
cobra su salario
en moneda nacional, pero sólo puede tener acceso en dólares
estadounidenses a los bienes que no están racionados y
necesita para
sobrevivir.
Después de 1994, cuando se autorizó la tenencia
y uso de divisas, los
más beneficiados fueron quienes tienen familiares en el
exilio. Desde
entonces, las remesas familiares del exterior se han incrementado.
La
CEPAL calculó que en Cuba se recibieron $800 millones
en 1996,
provenientes del exilio.
Por ello, en los mercados agropecuarios cubanos se utiliza una
curiosa
variante de la cita evangélica para definir el tipo de
cliente.
``Por sus compras los conoceréis'', dijo Rebeca, una joven
ama de casa
de 22 años que visitaba el mercado de 19 y 70, en el municipio
Playa.
``Hoy yo vine a comprar carne, no puedo llevar lomo ni pierna.
Compré
dos libras de costilla, que está a 18 pesos la libra.
Y gracias, porque la
gran mayoría de la gente no puede comprar nada''.
``Sí, hay casos en que se compran piernas enteras y hasta
un puerco o
un carnero, pero son gente que tienen paladares [restaurantes
caseros] o
una situación económica especial, que no son los
que más abundan. Son
los que tienen dólares'', dijo Rebeca.
La reportera independiente Ana Luisa López Baeza, de Cubapress,
colaboró en esta información.