Del caballo al camello a la botella
La situación del transporte empeoró desde la caída de la Unión Soviética
ISABEL GARCIA-ZARZA/Reuters LA HABANA
Camiones militares, Chevrolets de los años cincuenta, sidecars abarrotados, bicicletas con remolque o carros de caballos, todo vale para desplazarse en Cuba, una isla convertida en museo del transporte.
Una tarde cualquiera de viernes en la autopista que sale de La Habana: hombres y mujeres, muchos cargados con bultos, esperan pacientemente bajo el sol hasta que algún coche se apiade de ellos y les lleve.
Un policía no duda en hacer uso de la autoridad que le da su uniforme para parar un coche de turistas y pedirle que les lleve a él y otro colega que espera sentado en la cuneta. Otros uniformados se suben al remolque de un camión.
Algunos viajeros hasta agitan billetes de dólares o de pesos a modo de reclamo para conseguir una ``botella'', como se denomina popularmente al autostop, una de las formas más comunes de desplazarse en Cuba, tanto en ciudad como en carretera.
Mientras tanto, otros muchos hacen cola en las estaciones de autobuses o de trenes con la esperanza de conseguir una plaza.
``El transporte está normal, lo normal es que te demores unas 6 u 8 horas hasta que pasa la guagua'', afirma resignado Julio Reino, sentado en la terminal La Coubre en La Habana a la espera de poder ir al balneario de Varadero a trabajar.
La situación del transporte empeoró drásticamente a principios de los años 90, tras el colapso de la Unión Soviética, su principal aliado, que le proporcionaba desde petróleo a precios subsidiados a vehículos y piezas de recambio.
Cuba se hundió entonces en una crisis económica, denominada ``periodo especial'' por el gobierno, y en los momentos más duros, a mediados de la década, el país se encontró virtualmente paralizado.
Con la introducción de cautelosas medidas liberalizadoras de la economía y sobre todo con la apertura al turismo de masa, que han aumentado la entrada de divisas en la isla, en el 2001 la situación es mucho menos dramática y se ven por las carreteras autobuses y coches nuevos adelantando a verdaderas reliquias con ruedas.
``El transporte público ha mejorado. Todavía es
insuficiente, pero no es comparable a los más duros años
del periodo especial'', señaló recientemente el ministro
de
Transporte, Alvaro Pérez Morales, quien reconoció
que el combustible sigue en ``situación bastante tensa''.
Los cubanos han sobrellevado las dificultades del transporte con dosis iguales de ingenio y paciencia, desplazándose en todo lo que se mueve.
``El servicio interprovincial es apenas un sorbo de agua para
un deshidratado'', escribió recientemente el periodista disidente
Lázaro Raúl González en un artículo
difundido por la Internet.
Por las calles cubanas circulanimponentes automóviles norteamericanos de los años 40 y 50, mantenidos con esmero en circulación a través de las décadas con piezas de otros vehículos.
Muchos de estos coches están ahora reconvertidos en La Habana en taxis particulares, que por medio dólar van recogiendo pasajeros a lo largo de las rutas fijas que realizan.
``Mucha gente se apoya en esto para moverse rápido y barato... Aunque claro, para un trabajador 10 pesos son 10 pesos'', dijo el taxista Daniel García, apoyado en su enorme Chevrolet blanco, que bien podría haber paseado al mafioso norteamericano Lucky Luciano en su estancia en La Habana a finales de los años 40.
Los Chevrolets norteamericanos conviven con los renqueantes Ladas y Moskovichs soviéticos, que han soportado mucho peor el paso del tiempo.
Pero sin duda el principal invento surgido del ``periodo especial'' fueron los ``camellos'', larguísimos camiones militares, con dos jorobas, habilitados para el transporte humano.
Hasta 300 personas llegan a apiñarse dentro de estos mastodontes,
que también tienen el mote de ``película del sábado
por la noche'', porque ``dentro hay sexo,
violencia y palabras fuertes'', según un chiste cubano.
© 2001 El Nuevo Herald