El culpable de lo ocurrido en Monterrey se llama Jorge Castañeda
LA HISTORIA de lo ocurrido en Monterrey está muy reciente.
La extrañísima política de México en relación
con el incidente tiene
un diabólico y cínico arquitecto: se llama Jorge Castañeda
Gutman.
Fue él quien ideó y concertó con el Departamento de
Estado
norteamericano el plan de que México, junto con Argentina y alguna
otra Cancillería latinoamericana, presentaran un proyecto de
resolución en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra
para
condenar a Cuba, algo tan desprestigiado que ya ni siquiera el
Gobierno checo estaba en disposición de continuar realizando. Con
relación a la Cumbre de Monterrey, su idea era que durante la visita
a Cuba el pasado 3 de febrero se solicitara al compañero Fidel el
"favor" de no asistir a la Conferencia de México. Nadie se atrevió,
sin embargo, a plantear este espinoso tema. La primera reunión
entre ambas delegaciones adquirió carácter profundo y serio.
Las
francas e irrefutables palabras de nuestro Comandante en Jefe
acerca de las indignantes maquinaciones yanquis contra Cuba en
Ginebra fueron escuchadas con respeto por el Presidente Fox, y
sin duda influyeron en el ulterior desenvolvimiento de los contactos
e intercambios entre los Presidentes de México y Cuba.
En ese primer encuentro que tuvo lugar, el compañero Fidel, como
si adivinara las intenciones de los visitantes, conociendo que el
Presidente de Estados Unidos había advertido que no asistiría
a la
reunión "si Castro participaba", tomó la iniciativa de recordarle
al
Presidente Fox que había recibido la invitación de las Naciones
Unidas para participar en la Cumbre de Monterrey. Lo que se habló
en aquel encuentro, que tuvo lugar en el Palacio de la Revolución
entre las 11:15 a.m. y la 1:45 p.m., fue tomado íntegramente por
las
taquígrafas allí presentes.
Posteriormente, durante todo el tiempo de la intensa pero breve
visita del Presidente Fox a Cuba, nadie se atrevió a mencionar
siquiera el tema de la reunión de Monterrey, ni solicitar la no
participación de nuestro Comandante en Jefe.
A las 4 de la tarde de ese primer y casi único día de visita,
tendría
lugar una reunión entre nuestro Ministro de Relaciones Exteriores,
Felipe Pérez Roque, y el señor Castañeda. Allí
Felipe abordaría con
toda energía y seriedad la conspiración de Castañeda
contra Cuba
en contubernio con el jefe del Departamento de Estado
norteamericano. No hizo falta. Castañeda, completamente
desmoralizado por el intercambio y desarrollo de la reunión anterior
entre ambas delegaciones, aseguró que México no promovería
un
proyecto de resolución contra Cuba. En iguales términos,
el
Presidente Fox le comunicó al Presidente de Cuba la posición
de
México en el encuentro personal sostenido por ambos en horas de
la noche, programado antes de la cena que se ofrecía a la
representación mexicana.
Castañeda había elaborado otros maquiavélicos planes:
un
encuentro del Presidente, en un desayuno en la Embajada de
México en Cuba, con un grupo de conocidos cabecillas
contrarrevolucionarios, antes de partir de regreso a México. De
eso
no se había hablado una palabra durante todo el proceso de la
preparación del programa de visita. Fue mencionado por el
Presidente Fox al compañero Fidel en la reunión de la noche
anterior, minutos antes de la cena. "No habrá problema alguno
entre nosotros por ese encuentro", le respondió nuestro
Comandante en Jefe, "pero temo que pueda defraudar y empañar
su imagen ante nuestro pueblo, muy sensible a este tema". La
respuesta de Fox fue que sólo los saludaría y no se reuniría
con
ellos.
Castañeda no cesaba, sin embargo, en sus maniobras y
provocaciones. Suministró al Presidente Fox una lista de los
llamados "presos de conciencia" que cumplían sanción por
sus
actividades contrarrevolucionarias. Esto responde a un viejo truco
del Gobierno de Estados Unidos con cuanta personalidad política
occidental visita a Cuba, con el ánimo de molestar y enturbiar los
encuentros de amigos comunes con la Dirección cubana. Esta
práctica ha sido rechazada por Cuba, que hace rato decidió
no leer
siquiera las insidiosas listas. Fox no le dice una sola palabra a
nuestro Comandante en Jefe sobre el tema durante las numerosas
veces que hablaron solos o viajaron juntos. Entrega la lista al
Canciller cubano, que lo acompañó al aeropuerto. Después
se dijo
que el Presidente Fox había entregado tal lista al Comandante en
Jefe.
Castañeda, sin embargo, se salió con la suya: al día
siguiente, los
cables hablaban más del famoso desayuno con los
contrarrevolucionarios y la supuesta entrega a Fidel de la
mencionada lista, que de la excelente visita y los fructíferos y
sinceros intercambios realizados entre ambas delegaciones.
Al parecer insatisfecho, el imprevisible Canciller a su regreso a
México hace declaraciones enigmáticas y extrañas:
"Dejaron de
existir las relaciones de México con la Revolución cubana
y han
comenzado con la República de Cuba."
Pocos días más tarde, el martes 26 de febrero, vuelve a la
carga al
inaugurar en Miami el Instituto Cultural de México en esa ciudad,
al
expresar textualmente: "Este Instituto Cultural es de todos los
mexicanos, de todos los latinoamericanos y, naturalmente, de
todos los cubanoamericanos". Y agregó: "Las puertas de la
Embajada de México en La Habana están abiertas a todos los
ciudadanos cubanos, del mismo modo que lo está México".
Al día siguiente, 27 de febrero, la emisora oficial del Gobierno
de
Estados Unidos, muy asociada a la mafia terrorista de Miami, que
de forma insultante e hiriente para nuestro pueblo lleva el nombre
del Apóstol de nuestra independencia, toma las extrañísimas
palabras del Canciller mexicano y desde las 7:31 de la mañana
hasta las 8:01 de la noche, repite ocho veces sus declaraciones,
haciendo especial énfasis en la mentira de que las relaciones
diplomáticas entre ambos países se habían roto, y
en la frase de
Castañeda: "Las puertas de la Embajada de México están
abiertas
para todos los cubanos", lo que provoca el incidente en esa
Embajada. Cientos de elementos antisociales y lumpens intentan
penetrar por la noche en esa misión diplomática. Un ómnibus,
a
toda velocidad, se impacta contra las verjas: hubo policías heridos,
y sólo por el esfuerzo heroico de un pequeño grupo de guardianes,
varios cientos de personas no penetraron en la sede. Sólo 21
lograron hacerlo. Ninguno era profesional, intelectual, ni estudiante
universitario o algo parecido; más del 50 por ciento tenía
antecedentes penales o advertencias policiales por conductas
delictivas.
A petición del Gobierno de México, fuerzas especiales desarmadas
desalojaron sin el menor daño físico a los asaltantes. Todas
las
agencias de prensa extranjeras fueron testigos de lo ocurrido.
En aquel acto de Miami había mucha gente que nada han tenido
que ver con la cultura. Estaba presente Jorge Mas Santos y demás
cabecillas de la llamada Fundación Cubano-Americana, entre otros
muchos terroristas, como invitados de honor.
No importa si se trataba de mercenarios y terroristas, ni importaba
que la Fundación para el crimen que dirigen pagó durante
años los
atentados terroristas contra hoteles en Cuba, y los ataques contra
otras instalaciones turísticas desde el mar. Son para Castañeda
muy importantes: al fin y al cabo decidieron mediante escandaloso
fraude las elecciones presidenciales en Florida.
¿Por qué semejante provocación?
¿Por qué tal discurso del Canciller mexicano en la inauguración
de
un instituto cultural mexicano en Miami?
¿Por qué sus babosas y adulonas palabras al "selecto grupo"
de
mafiosos y terroristas invitados a ese acto?
¿Por qué Cuba tiene que tolerarlo?
¿Por qué el Gobierno mexicano no pone límite a los
incesantes
insultos y provocaciones de este caballero?
Estos bochornosos antecedentes precedieron el incidente con
motivo de la Cumbre de Monterrey.
Todo fue obra de la política maquiavélica y provocadora del
señor
Castañeda. Al Presidente cubano se le solicitó que no asistiera
a la
Cumbre 24 horas antes de su partida hacia Monterrey. A duras
penas, el Gobierno mexicano accedió, mediante arduos
intercambios, a un acuerdo aceptado por Cuba sin otra alternativa
posible, de que el Jefe de la Delegación se retirara en horas de
la
tarde del día 21. El Comandante en Jefe cumplió su palabra,
mas
no podía marcharse sin un mínimo de explicación, tanto
para el
pueblo de Cuba como para la opinión internacional: "Les ruego a
todos me excusen que no pueda continuar acompañándolos debido
a una situación especial creada por mi participación en esta
Cumbre, y me vea obligado a regresar de inmediato a mi país."
Era lo mínimo que podía explicar sobre tan extraña
conducta, que
podía ser tomada o interpretada como gesto cobarde ante el temor
de cruzarse o verse cara a cara frente al amo del mundo. Ya había
ocurrido una vez en junio de 1992 con el Presidente George H.
Bush sin el menor incidente y con mutuo respeto. Explicó que en
su
lugar quedaría Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de
la
Asamblea Nacional de Cuba, órgano supremo del poder del Estado.
Pidió que no se le prohibiera participar en todas las actividades
de
la Cumbre. Acceder a esa simple, mínima y lógica solicitud
habría
puesto fin al incidente. Sin embargo, pudo más la arrogancia, la
soberbia y la siniestra influencia del señor Castañeda. Se
quería,
además de pisotear sus derechos, humillar a Cuba. Fue necesario
protestar y denunciar lo ocurrido. El Canciller mexicano juró y
perjuró que nadie en absoluto había solicitado poner obstáculo
o
límite a la participación del Presidente de Cuba. Mintió
descaradamente sobre hechos que conoce con toda exactitud. Ha
dejado incluso en el ambiente la duda sobre lo que realmente
ocurrió.
Han llovido declaraciones oficiales sembrando dudas sobre la
veracidad de los pronunciamientos del Canciller de Cuba, Felipe
Pérez Roque, y el Presidente de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, Ricardo Alarcón de Quesada.
¿Hasta cuándo se va a poner a prueba la paciencia de nuestro
noble y amistoso pueblo?
Cuba posee pruebas irrebatibles de todo lo ocurrido que barrerían
cualquier duda. Ha preferido abstenerse de usarlas porque no
desea perjudicar a México, no desea lesionar su prestigio, no desea
en lo más mínimo crear desestabilización política
en ese hermano
país. Nuestro Gobierno, sin que nadie nos lo solicitara, apoyó,
a
pesar de Castañeda, la elección de México como miembro
no
permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. No
quisimos comunicarlo al Presidente Fox a través del deshonesto e
intrigante Canciller; lo hicimos en mensaje directo al Presidente.
Era la segunda vez que el Gobierno de México trataba de impedir
la
asistencia de Cuba a una Cumbre. La primera vez fue en 1981
cuando nuestro país era Presidente del Movimiento de Países
No
Alineados. Entonces el Presidente de Estados Unidos era Reagan.
Amenazó con no asistir, igual que el actual Presidente de Estados
Unidos. Pero entonces el Presidente López Portillo, asesorado por
su Canciller, Jorge Castañeda de la Rosa, hombre amistoso y
honorable, con toda elegancia lo invitó a Cozumel, habló
largo con
el líder cubano y le explicó toda la verdad por la cual le
solicitaba
declinara su derecho a participar. Cuba respondió con su invariable
espíritu de amistad hacia México. Aquello podía comprenderse
y
soportarse.
Hoy los tiempos son distintos. El imperio es más poderoso y
agresivo que nunca, amenaza a nuestra Patria, recrudece su
hostilidad, insiste en su propósito de continuar su criminal bloqueo
de casi medio siglo y mantener a Cuba en su arbitraria e injusta
lista de países que auspician el terrorismo, designa Secretario
de
Estado para Asuntos Latinoamericanos a un verdadero gángster de
sobra conocido, partícipe de groseras acciones de terror y crimen
en Centroamérica, amigo entrañable de Posada Carriles y Orlando
Bosch, autores de la explosión en pleno vuelo de un avión
de
Cubana de Aviación con 73 personas a bordo, entre ellas el equipo
juvenil de esgrima, que con todas las medallas de oro obtenidas en
un evento deportivo centroamericano y caribeño, pereció completo
sin dejar huellas. Decenas de ataques terroristas contra Cuba han
sido realizados, y planes de atentado para asesinar al compañero
Fidel han sido organizados por el primero de los siniestros
personajes mencionados, financiados por esa Fundación, con
cuyos jefes se relaciona ahora tan íntimamente el señor
Castañeda.
Es imposible mayor cúmulo de hechos que los que viene
perpetrando este renegado, que incluso en sus años mozos solicitó
y hasta llegó a recibir entrenamiento militar para apoyar al
movimiento guerrillero en Centroamérica, hoy convertido en
instrumento de los planes imperialistas contra Cuba. Más por
ambición y vanidad que por odio, o ideología que nunca tuvo
ni
tendrá.
De alguna forma, por el honor de México, debe ponerse fin a tales
ofensas y agresiones al pueblo cubano. Que no se obligue a Cuba
a presentar las pruebas que poseemos. Somos conscientes de
que los Gobiernos pasan y los pueblos quedan. Aún deseamos, sin
embargo, mantener relaciones normales con el Gobierno de México
y no lesionar en lo más mínimo la autoridad y el prestigio
del
Presidente Fox, en instantes en que graves problemas de carácter
humano y económico están pendientes de soluciones, de las
que
depende la suerte de millones de mexicanos que hoy viven ilegales
en tierras arrebatadas a su patria, de los cuales mueren cientos
cada año cruzando y recruzando las fronteras, o se abstienen
durante mucho tiempo de ver a sus seres más queridos,
resignándose a la discriminación y las violaciones a sus
derechos
humanos más elementales.
No pedimos otra cosa que el cese de las provocaciones, insultos,
mentiras y macabros planes del señor Castañeda contra Cuba.
De
lo contrario, no quedará otra alternativa que divulgar lo que no
hemos querido divulgar y hacer polvo sus falsos y cínicos
pronunciamientos, cueste lo que cueste. ¡No lo dude nadie!