Secuestro del avión fue un operativo milimétrico
La aeronave había arrancado aproximadamente a las 7:30 de Florencia
con cinco pasajeros, y
aterrizó en el aeropuerto Benito Salas, de Neiva, a las 8:10 de
la mañana. Allí se subieron 25
personas más.
Diez minutos antes de que la nave tocara tierra en la capital huilense,
una fuerte detonación
sacudió a la población de Hobo, distante a unos 40 minutos
de Neiva. Los habitantes se
refugiaron de inmediato en sus viviendas temiendo un ataque de las Farc.
Pocos minutos después, se constató que la explosión
había volado el puente militar sobre el
río Neiva, a 3 kilómetros de este municipio que no tiene
estación de policía.
Casi simultánea a la voladura del puente, guerrilleros del Frente
Teófilo Forero de las Farc,
aserraron varios árboles y los atravesaron en la carretera que une
a Neiva con Hobo y todo el
sur del departamento.
Así las cosas, cuando a las 8:40 el avión despegó
de Neiva hacia Bogotá, cargado con 30
pasajeros y 4 tripulantes, pudo ser desviado fácilmente hacia Hobo.
La carretera bloqueada
por los árboles le permitió aterrizar sin mayores riesgos,
y el puente dinamitado impidió que
pudiera llegar ayuda de la Fuerza Pública.
Según los primeros informes de las autoridades, el desvío
de la nave lo hicieron cuatro
guerrilleros que tomaron el vuelo en Neiva camuflados como pasajeros. Los
cuatro tiquetes
fueron expedidos a nombre de Jairo Castro Álvarez, Fabiola Cardozo,
Ana Milena Gutiérrez y
Leonel Yara.
Las armas cortas con que intimidaron a pasajeros y tripulantes tres minutos
después de haber
decolado el avión, fueron introducidas por las mujeres quienes las
portaban en sus vaginas
envueltas en papel carbón y en condones.
Según el pasajero Daniel Mauricio Díaz, uno de los subversivos
apuntó su arma hacia la
gente, mientras el otro entró a la cabina a indicarle a la piloto,
capitana Dorian Ospina, que
debía desviar la aeronave. Las dos guerrilleras permanecieron en
sus asientos.
El senador Jorge Eduardo Gechem Turbay, metió su cabeza en el periódico
que leía, como
para pasar inadvertido. No se movió, ni dijo nada.
El aterrizaje fue el momento de mayor zozobra por tratarse de una maniobra
de emergencia. El
impacto contra el pavimento fue fuerte y seco.
De inmediato las puertas del avión se abrieron y llegó la
orden. “Salgan rápido, rápido y
empiecen a trotar”, dijo uno de los hombres.
El único que abrió el portaequipaje fue el senador Gechem,
como para sacar su chaqueta.
Entonces, el guerrillero habló de nuevo: “No se me quede doctor
y esté tranquilo, porque por
usted es que venimos”.
Acto seguido lo tomaron por la parte de arriba de la camisa y lo jalaron,
sin brusquedad, hacia
la salida del avión.
Abajo había 20 subversivos, que estaban en 2 camionetas. Cuando
todos los pasajeros
estuvieron en tierra, las dos guerrilleras que venían en el vuelo
y que no se habían
descubierto, abordaron uno de los vehículos, pero antes recibieron
un fusil cada una. Luego,
varios hombres montaron a Gechem en el otro y salieron rumbo al sur, no
sin antes disparar
varias ráfagas al aire.
Veinticinco minutos después de la huida, llegó el primer
avión fantasma a reconocer la zona.
Media hora más tarde desembarcaron las tropas del Ejército
y de la Policía.
Adriana Palacio Garcés
Especial para EL TIEMPO
Neiva