MARIA CAMILA MORALES
--De la redacción de El Tiempo
París -- Hace 50 años Fernando Botero exponía
por primera vez una de
sus obras en Bogotá. Era tan sólo un adolescente
que soñaba con visitar
los museos en Europa para poder quedarse durante horas observando
y
deleitándose con los cuadros de los grandes maestros como
Zurbarán.
Hoy, medio siglo ha pasado y su talento, sumado a la experiencia,
le
permiten ser catalogado como uno de los mejores artistas
contemporáneos. Orgulloso de ser colombiano y delatado
por su
melodioso acento paisa, este hombre que irradia una energía
increíble y
una voluntad de hierro ha tenido que alejarse del país
para poder dar a
su trabajo una dimensión internacional.
Sin embargo, para compensar este exilio de 40 años tiene
ya en mente
varios proyectos interesantes con los cuales planea reencontrarse
con su
patria.
Maestro Botero, este año cumple 50 años de haber
presentado su
primera acuarela, ¿es para usted, una fecha que lo hace
reflexionar sobre
su evolución pictórica?
¡Cómo poder olvidar esa primera exposición
en Bogotá! Aunque no
pude asistir personalmente fue un momento muy importante para
mí,
pues apenas con 16 años presentaba mi acuarela al lado
de los grandes
pintores de esa época como era Pedro Nel Gómez.
Esto fue una gran
satisfacción y un estímulo muy grande. En cuanto
al enfrentamiento con
mi obra después de 50 años de haberla iniciado
es algo particular,
porque yo hago exposiciones retrospectivas todo el tiempo y hacerlas
requiere una selección personal. La autocrítica
es constante en mi obra
pues siempre espero progresar, hacer las cosas más claras
desde el
punto de vista conceptual y ser más radical en cuestión
de técnica. Es
eso lo que he estado haciendo durante el transcurso de mi vida,
una
reflexión artística.
¿Existe una época que le cause más satisfacción que otra?
Creo que cada artista cuando expone está compartiendo un
enorme
momento de su vida y que además, debido a la pasión
con la cual realiza
su obra, es imposible compararla con otros momentos vividos
anteriormente. Pienso que tal vez, han sido los comerciantes
de arte, los
marchands, quienes se han encargado de determinar que hay períodos
mejores en las obras de los artistas, lo cual me incluye a mí,
y por eso se
habla de los supuestos buenos y malos años. Veamos, por
ejemplo, el
caso de Miró: ciertos expertos han decidido que su mejor
trabajo lo
realizó entre los 25 y 33 años y terminan convenciendo
al público que si
el cuadro no corresponde a esa época ya no es un Miró
`puro'. Eso para
mí es esnobismo, pues Miró fue un gran pintor toda
la vida y no se puede
limitar su obra de forma temporal. Cuando se desarrolla el arte,
todo
debe interesar para avanzar.
El próximo año finaliza la exposición itinerante
de sus esculturas
monumentales en la ciudad de Florencia, usted fue el creador
de este
tipo de muestras de arte a las cuales todo el mundo tiene libre
acceso,
¿cuál es su balance de esta experiencia?
Primero que todo, una satisfacción enorme, ya que soy el
único artista
que ha tenido el privilegio y la oportunidad de exponer su obra
en lugares
tan prestigiosos del mundo como los Campos Elíseos, Park
Avenue y el
frente de la Casa Blanca. Desde el punto de vista artístico,
me ha
permitido observar mejor la escultura. La técnica de la
fundición es un
avance que me permite ajustar la escultura monumental. En cuanto
a la
gente que ha visto la exposición, es sin duda el mejor
medio que tengo
para compartir lo que realizo con los demás, que haya
un contacto físico
con la obra, que la toquen, que se puede apreciar el volumen
y que se
cree una cierta complicidad o juego con los personajes. Estoy
muy
contento con este logro, que fue tanto artístico como
personal y que
además tomará un nuevo rumbo gracias al parque
de las esculturas de
Medellín, que se inaugurará en febrero del 2000.
Usted recibió más de 150 mil cartas de sus compatriotas
para apoyar
esta idea, ¿qué sintió con esta prueba de
admiración?
Un orgullo inmenso. Fue una arquitecta de Medellín, Ana
María Villa,
quien recolectó las firmas y las cartas, y pues no hay
con que pagar tal
muestra de afecto de las personas de Medellín. Así
que fue con gran
emoción que doné las 10 obras monumentales y también
tengo que
agradecerle a los antioqueños como el alcalde Juan Gómez
Martínez y su
comitiva quienes se desplazaron hasta París para plantearme
el proyecto.
¿Podría ser esta la oportunidad de volver a establecer
el contacto con
Colombia después de estos años de ausencia?
Yo no me he alejado de Colombia, adoro mi país. La verdad
es que con
todo lo que me fascina, lamentablemente no puedo vivir allí.
Mi trabajo
me obliga a tener, por ejemplo, fundiciones --las cuales están
en Italia--
además de moverme todo el tiempo de forma rápida
para planear las
exposiciones, para entrevistarme con los expertos, y necesito
un punto
medio como París o Nueva York, donde la gente tiene fácil
acceso a lo
que estoy haciendo. Pero sí espero que el proyecto de
Medellín me
permita un reencuentro con Colombia, pues tendré que viajar
con
frecuencia para supervisarlo. Si bien no podré quedarme
mucho tiempo,
en lo que diríamos permanecer en forma física,
a través de mis obras
podré sentir que sí estoy presente en Colombia.
Cuando usted pinta, utiliza una lupa para ver cuáles son
las fallas de su
cuadro. Si hiciera lo mismo con Colombia, ¿cuál
sería el resultado?
Colombia tiene unos problemas monumentales que no necesitan de
la
famosa lupa. Las ideas que se han utilizado para tratar de solucionarlos
ya han pasado por todo, desde el diálogo hasta el uso
de la fuerza
pública, y aparentemente no funcionan; pero esa obra pertenece
a los
políticos, son ellos quienes deben encargarse de resolver
la grave
situación que vive el país. Sin embargo, hay cosas
que si veo y que me
causan mucho dolor; por ejemplo, la injusticia social, que es
sin duda
alguna la causa de la violencia, la delincuencia y la criminalidad.
Lo que
yo sigo sin entender son las razones que intensifican esta situación
en
Colombia, pues la injusticia social y la pobreza no se presentan
únicamente en nuestro país sino en varios países
del mundo, pero en
Colombia toman unas proporciones que se salen de todo control
y
nuestro gobernantes no logran encontrar las fallas, eso yo si
creo que es
inaudito.
¿Qué envidia de los países donde ha podido vivir?
Llevo 40 años moviéndome por varias ciudades del
mundo y puedo
decir que admiro la civilización de los franceses, el
respeto que tienen
por su patrimonio, por sus tesoros, por su historia. Yo creo
que ese
comportamiento hace parte de la educación y ahí
se encuentra el gran
secreto de la cultura francesa: inculcar a los ciudadanos el
espíritu cívico
es la base de las sociedades. Eso, por ejemplo, no lo tienen
los países
subdesarrollados y mientras no haya una educación real
y seria no se
podrán producir cambios importantes y allí incluyo
a Colombia. Yo
pienso que con educación se puede salir adelante en todas
las crisis,
Alemania y Japón son buenos ejemplos, pero si algo no
se puede hacer
es improvisarla como se hace en la mayoría de los casos.
¿Qué le quita el sueño en estos momentos?
Tanto como tener insomnio no, pero si me intereso mucho en estos
momentos por estudiar la técnica de un pintor italiano
de finales del siglo
XV llamado Giovanni Bellini. Yo siempre estoy aprendiendo y tratando
de progresar y él es un buen modelo pues fue uno de los
primeros
italianos que utilizó la pintura al óleo y era
además un gran pintor al
temple.
Los artistas suelen ser testigo de cada época, ¿el
cambio de siglo en su
caso ha influido en su obra?
No, la verdad es que no creo que la llegada del siglo XXI vaya
a
cambiar de manera radical las cosas. En mi caso, este hecho en
nada va
a influenciar mi trabajo, yo no pienso que el mundo vaya a variar
con
esto, todo va a seguir igualito. Los cambios de la humanidad
necesitan
mucho tiempo para realizarse, no es cuestión de fechas.
Copyright © 1998 El Nuevo Herald