Santiago --(EFE)-- El ex presidente chileno Patricio Aylwin ha
admitido
que en 1973, cuando se produjo el cruento derrocamiento de Salvador
Allende, creyó que era necesaria una dictadura temporal
para sacar al
país del caos reinante.
La confesión de Aylwin, que gobernó Chile entre
1990 y 1994, al
término del régimen militar de 17 años,
está inserta en su libro El
reencuentro de los demócratas, que lanzará hoy,
lunes, con motivo del
décimo aniversario del plebiscito del 5 de octubre de
1988, que marcó el
comienzo del fin de la dictadura.
El estado de ingobernabilidad en que había caído
el país ``exigía un
lapso, una pausa para poner orden'', dijo Aylwin en una entrevista
publicada el domingo por el diario El Mercurio, en la que adelanta
algunos contenidos del libro.
Con lo que estaba ocurriendo, ``uno admitía como un mal
menor la idea
de una dictadura transitoria; no como ideal, sino como un mal
necesario'',
agregó Aylwin, que además añadió
que se equivocó al creer que los
militares se quedarían poco tiempo en el poder.
``¡Yo no sabía lo que pensaban los militares! Creía
que pensaban lo que
yo pensaba, pero me equivoqué'', subrayó el ex
gobernante chileno, que
cumplirá 80 años el próximo noviembre.
Aún hoy, y sobre la base de la experiencia histórica,
``creo que puede
haber circunstancias en que una dictadura transitoria puede ser
necesaria.
En la historia de los pueblos se han producido situaciones que
la hacen
necesaria, en casos de verdadera anarquía'', afirmó.
Patricio Aylwin también reconoce que alinearse entre los
demócrata
cristianos que apoyaron inicialmente el golpe militar causó
serias
trizaduras en su partido, ya que un grupo importante de dirigentes,
entre
los que estaba su hermano Andrés, condenó a Pinochet
desde el primer
día.
Agregó que, visto a la distancia, esos dirigentes, encabezados
por el ex
vicepresidente de la república Bernardo Leighton, que
en 1975 fue
víctima en Roma de un atentado organizado por la policía
secreta de
Pinochet, ``tuvieron mejor ojo para entender lo que pasaba''.
Uno de los capítulos más amargos de esa discordia,
dijo Aylwin, que en
1973 presidía el Partido Demócrata Cristiano (PDC),
fue la acusación
de Gabriel Valdés, ex canciller y presidente del Senado
tras la
recuperación de la democracia, de haber causado un daño
irreparable al
PDC.
``Prefiero que el próximo presidente [de Chile] sea demócrata
cristiano,
pero no tengo ningún miedo a que sea un socialista, porque
creo que el
socialismo chileno no difiere del de España, Francia,
Alemania o
Inglaterra'', subrayó.
Copyright © 1998 El Nuevo Herald