La opinion (Los Angeles)
Septiembre 11, 2003

Muerte de Allende: los testigos que quedaron fuera de la historia

Patricio Zamorano
Online Editor

José Quiroga es ya parte de la historia. No hay otra opción si
el destino lo colocó en el Salón Independencia, con La
Moneda en llamas, cuando tras abrir la puerta para buscar al
presidente Salvador Allende, con los militares ingresando a
culatazos, fue testigo del momento en que el mandatario se
suicidaba. La versión oficial hasta ahora dice que hubo sólo
un testigo directo, el doctor Patricio Guijón, el único que se
acercó al cuerpo. El médico recibió el repudio de la izquierda
mundial al ratificar que Allende se había suicidado. La versión
del asesinato por parte de las tropas de Pinochet era más
poderosa para muchos.

José Quiroga tardó 25 años en espantar los fantasmas de
esa jornada sangrienta y poder escribir su versión en 1998
para el libro de Oscar Soto El último día de Salvador Allende,
otro médico que estuvo en el palacio ese día. Sin embargo,
esa obra no dio todos los detalles ni señala que
efectivamente hubo más testigos. Quiroga relata esa parte
extraviada de la historia, en su casa de Los Angeles, ahora
como director del Programa contra la Tortura en esta ciudad y
miembro del directorio de Physicians for Social
Responsibility, organización que ganó el Premio Nobel en
1985.

Quiroga se había unido al equipo presidencial en 1971 y
queda a cargo de una unidad coronaria en Tomás Moro [casa
de los presidentes] ante cualquier emergencia. “Todos los
presidentes tienen su equipo médico, aunque había
evidentemente un riesgo”, dice Quiroga en cuanto a la
situación de Allende. Y añade: “En su condición eran dos: una
herida de bala o lesiones de un atentado, y un riesgo
cardiovascular, y él había tenido problemas médicos ya”.

¿Qué recuerda del presidente, del político y la persona?

“Era una persona muy inteligente, una de las personas más
elocuentes que he conocido. Era un político muy sagaz. Y era
un demócrata. El siempre dijo que iba a hacer una transición
democrática al socialismo. Nunca habló de hacer una
revolución o que se iba a tomar el poder. El fue un
parlamentario y llegó por elecciones, y no cabe duda de que
si hubiera habido un acto eleccionario y él hubiera perdido,
hubiera entregado el poder. Pero esa oportunidad se perdió”.

¿Cuándo se entera de lo que está pasando el 11 de
septiembre de 1973?

“Me enteré a las 7 de la mañana, por la radio, cuando salía al
hospital. Cuando llego, había un recado para que me
trasladara al palacio de gobierno. Nunca supe quién lo dejó.
Dejé el auto y caminé hacia La Moneda. Todo estaba cerrado
y todo el mundo huía del centro. Y yo iba en sentido contrario,
mientras todos pasaban alejándose”.

Llega al Palacio. ¿Qué imagen encuentra?

“Hacía frío. Entré por Morandé 80, a un costado, una puerta
que ya no existe. Estaba lleno de gente, carabineros, políticos
de todo rango, funcionarios de La Moneda. Yo me mantuve
siempre en el primer piso. En algunos momentos nos
cruzamos con el presidente”.

¿Cómo ve al presidente?

“Tenía un traje gris con un chaleco de cuello alto, un casco
militar y la ametralladora en su derecha, revisando la defensa
de La Moneda. Nos cruzamos y el se dirige a hablar con el
jefe de Carabineros. Me acuerdo que le dice: ‘Lo relevo de su
función de defender La Moneda’. Y él le contesta que no, que
va a cumplir con su obligación de defenderla. Pero eso le
duró como 10 minutos, pues en una hora o dos todos los
carabineros habían desaparecido”.

El bombardeo

“Cuando el bombardeo viene yo estaba en el primer piso. Yo
estaba en una especie de subterráneo junto a mucha gente,
entre ellos la Payita (secretaria de Allende)”, recuerda.

“El bombardeo se produce desde el norte, en el área media
del palacio, pero nosotros estábamos en el área lateral, que
limita con Morandé (al oriente). Y en un edificio colonial con
murallas anchísimas nosotros prácticamente no sentimos
nada del impacto de expansión de las bombas. Yo me
estremezco mucho más cuando veo el bombardeo de La
Moneda en los documentos fílmicos, realmente me
sobrecoge. Lo que nos creó problemas fue el humo y el
incendio que se inició en la zona de las oficinas privadas del
presidente, que se empezó a extender hacia el lado nuestro”.

El suicidio y la historia perdida

Quiroga entrega más antecedentes. Se para y acerca unas
fotos que ha conseguido sobre la rendición de La Moneda.
Comienza el relato de los últimos momentos de Allende
explicando las escenas.

“Cuando Allende ordena el rendimiento, usamos una
bandera blanca, un mantel que yo mismo saqué de uno de
los comedores. Los militares hacen ingreso alrededor de las
2 de la tarde y comienza a salir la gente. Es una larga fila de
personas y los médicos nos ubicamos al final, subiendo por
una escalera hacia el segundo piso. Iban sacando a la gente
y poniéndola en el suelo, en la salida de Morandé”.

“A medida que la gente iba bajando desde el segundo piso,
Allende empieza a avanzar en el sentido contrario, yendo
hacia el final, y llega donde estamos nosotros. Abre la puerta
y entra al Salón Independencia, solo. Y es en ese momento
cuando, después de un minuto, algo así, no recuerdo
exactamente, decimos ‘pero ¿qué está haciendo solo?’.
Entonces, abrimos las puertas. Todo eso estaba oscuro,
lleno de humo y gas lacrimógeno. La mayoría de nosotros
estábamos con máscaras antigás, el ambiente era
irrespirable y la piel que estaba descubierta de la máscara
me ardía terriblemente. Y en ese momento en que se abre la
puerta, se ve la figura del presidente sentado, de frente a
nosotros, sin poder ver muchos detalles, pero evidentemente
que era él, y lo único que recuerdo es que la figura del
presidente en un momento desaparece”.

En la versión escrita por Quiroga de este relato, al que La
Opinión pudo acceder, dice: “Antes que ninguno de nosotros
pudiera reaccionar o entrar al salón, su cara, cuyos rasgos
me permitían reconocerlo claramente, se borraron y luego
desapareció de mi vista. Todos los que estábamos frente a la
puerta pudimos observar lo mismo”.

Quiroga nombra al resto de los testigos: “Enrique Huerta,
Arturo Jirón, Arsenio Poupín, Hernán Ruiz Pulido, Patricio
Guijón”.

“El se suicidó colocándose la ametralladora aquí (lo
demuestra con sus manos) básicamente en la base de la
mandíbula y seguramente accionó y todo voló. Nosotros
vemos el momento en que ocurre el hecho. Y ahí, mucha
gente, todos nos dimos cuenta de lo que pasó. Yo ni siquiera
entré a la pieza. Alguna gente lloró (se emociona), todos
angustiados... Y al final no había nada que hacer, así que
nosotros empezamos a salir. Y uno solo de nosotros entró,
que es el doctor Guijón, y cuando los militares llegan ahí lo
encuentran, y ahí lo detienen”.

Cuando es testigo del suicidio, ¿no escuchó el estampido?

“No. Había millones de estampidos al mismo tiempo. Esa
cosa era una batalla”.

El arrepentimiento

“Yo nunca escribí nada sobre esto. Por 25 años hubo una
situación sicológica de rechazo. Después en un cuarto de
siglo, [el doctor Oscar] Soto nos escribió y nos dice que
debíamos hacer algo, escribir la historia de lo que realmente
ocurrió. Por que si a mí me hubieras preguntado hace un
montón de años atrás yo te habría dicho que no sabía nada.
Por años dije eso. Porque a pesar de que sabía, en ese
momento era más importante el aspecto político y que todo el
mundo creyera que a Allende lo habían matado los militares.
Después de 25 años, ya no es un hecho político, sino
histórico. La gente tiene derecho a saber lo que pasó. Y los
únicos testigos sobrevivientes que vimos exactamente lo que
pasó somos los médicos”.

Lo que plantea Quiroga fue con tanta determinación, que el
que ha aparecido como uno de los únicos testigos por años,
Patricio Guijón, fue criticado fuertemente por la izquierda
mundial cuando señalaba que Allende realmente se había
suicidado. Se le acusó de confabularse con los militares.

¿Cómo se sintió siendo testigo del suicidio y no aclarar el
tema?

“Yo por años negué que me hubiera afectado, que me tocó a
mí, hasta que empecé a escribir la historia. Y ahí el tener que
revivir el proceso fue muy duro. Lo hice en dos fines de
semana. Dicen los sicólogos que cuando tú tienes una
pérdida tienes que seguir un proceso de duelo y eso puede
hacerse años después. Veinticinco años después del hecho
tú haces el duelo de eso. Evidentemente que era importante
decirlo”.

Cuenta que después del golpe hubo una investigación por la
muerte de Allende. “Tuve que ir a declarar al tribunal sobre
qué hice en La Moneda y qué vi”, dice.

¿Recuerda cuándo fue?

“Probablemente semanas después. Pero declaré que yo
estaba adentro, que yo tenía una posición y que no sabía
nada”.

¿No le preguntaron por el suicidio?

“No, porque yo no estaba ahí [cuando el presidente se
suicidó] (sic). Ellos tuvieron el informe forense. Del suicidio
nunca hubo duda. El problema es que nadie les creyó a los
militares, pero ellos tenían las pruebas, evidente”.

Y ustedes reforzaron la teoría de que no sabían, de que no
hablarían.

“Nosotros nunca nos pusimos de acuerdo, nunca. Fue una
decisión que todo el mundo tomó, de no hablar. Primero,
porque nadie nos preguntó. Segundo, porque
espontáneamente no íbamos a decir nada”.

Guijón sí lo dijo...

Ese es el único problema de conciencia que tengo, de no
haber salido en defensa de Guijón, pues el pobre tuvo que
sufrirla solo. Porque los únicos que podríamos haber salvado
a Guijón éramos nosotros, decir que estaba diciendo la
verdad. Yo soy muy amigo de Guijón, somos compañeros de
curso, todo, pero era difícil, él entiende eso, ¿ves tú? Pero él
estuvo solo en esto, pues la izquierda siempre lo atacó.