Silencio mortal sobre grupo anticastrista
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
Luego de haber sido dejados a principios de junio de 1963 muy
cerca de las costas de Baracoa, en el sur de la zona oriental de la Cuba,
el grupo de 10 expedicionarios
que integraban la Operación Cruz Roja contra el gobierno
de Fidel Castro desapareció para siempre, y un hombre que dijo a
la viuda de uno de los desaparecidos que su
esposo había sido víctima de ``una trampa'' de
la CIA murió baleado en un bar de San Juan pocos días después
de haber hablado con ella.
Hoy Laudelina Socorro dice que ha llegado el momento de saber qué sucedió realmente.
``No quiero morirme sin saber toda la verdad'', expresó
Socorro, de 75 años, en su apartamento en Miami Lakes. ``Esos hombres
se jugaron la vida en una misión por la
libertad de Cuba y no es justo que prevalezca el silencio. Es
algo que no me deja vivir en paz conmigo misma y quiero justicia'', agregó
sollozando.
Los expedicionarios eran Tomás Vaquero, Luis Jiménez, Denys Regal, Rolando Martínez, René Lamoru, Francisco Hernández, Luis Cantín, Alfredo Mir, Ernesto Dueñas y el esposo de Socorro, Eduardo Pérez González, conocido por Bayo.
Bayo, nacido en Santiago de Cuba de padres puertorriqueños,
había luchado con grados de capitán bajo el mando de Raúl
Castro en el III Frente Oriental Frank País,
pero en los primeros días del triunfo revolucionario fue
acusado de traición y encarcelado en La Habana.
Liberado por gestiones de sus ex colegas en los altos mandos del
Ejército Rebelde, Bayo llegó a Estados Unidos el 18 de diciembre
de 1959 e inmediatamente se
enroló en los grupos anticastristas del exilio. Desde
1960 participó en los viajes para infiltrar comandos dentro de la
isla y se integró a los preparativos de la invasión de
Bahía de Cochinos, aunque a última hora no figuró
en las tropas de desembarco.
``[Bayo] me dejó $35 y me aseguró que estaría
de vuelta en una semana'', indicó Socorro. ``Me quedé desamparada,
con una niña de cinco años, y tuve que empeñar
mis anillos de matrimonio para pagar la renta del apartamento''.
En octubre de 1963, Socorro pudo encontrarse personalmente con
William D. Pawley, el magnate norteamericano estrechamente vinculado a
la Agencia Central de
Inteligencia (CIA), cuyo yate había llevado a los expedicionarios
hasta las proximidades de la costa sur de Baracoa.
``Poco tiempo después me mandó a decir con [John]
Martino que amigos suyos en la CIA le habían confirmado que el grupo
fue víctima de una equivocación, y que los
habían hundido los propios americanos pensando que eran
hombres de Castro'', revela Socorro.
Pero Pawley nunca hizo pública semejante versión
antes de suicidarse. Matino, que había sido el intermediario entre
el magnate y el grupo de Bayo, falleció en 1975. La
CIA no proporciona información sobre estas operaciones.
Poco después de que su esposo desapareciera, Socorro empezó
a recibir mensajes anónimos amenazándole de que algo le sucedería
si hablaba, y no tardó en
mudarse a Los Angeles en 1965. Hasta allí fue a visitarla
ese mismo año el exiliado cubano Hipólito Martínez,
alias Polito, quien residía en Puerto Rico y había sido
amigo de Bayo desde los años del Ejército Rebelde.
``Polito viajó para contarme que un antiguo colaborador de la CIA le confirmó que al grupo de Bayo no lo mataron en Cuba, sino que los habían hundido intencionalmente cuando trataban de regresar al yate en medio de un mal tiempo'', rememoró Socorro.
Según ella, Polito le explicó que ``había
sido una trampa''. En correspondencia con esa versión, los expedicionarios
pidieron auxilio, pero fueron acribillados con ráfagas
de ametralladora por los mismos tripulantes del yate.
Polito suponía que el hombre era el capitán del
yate de Pawley y prometió a Socorro localizarlo a su regreso a Puerto
Rico. Pero dos semanas después, ella supo que a
Polito lo habían matado a balazos en el bar que frecuentaba
en San Juan.
Una investigación publicada en 1975 por la revista Soldier
of Fortune, dejó abierta la posibilidad de que la expedición
fue planeada por oficiales ``de segunda línea'' en la
CIA, e incluso sugirió que Kennedy conocía de los
preparativos del complot.
A principios de los años 60, el gobierno de Estados Unidos
había considerado organizar autoagresiones que pudieran servir de
pretexto para emprender acciones contra
Castro, entre ellas hacer explotar una embarcación norteamericana
en la Bahía de Guantánamo, según documentos recientemente
desclasificados por Washington.
Algunos de ellos, publicados el año pasado en el libro
Body of Secrets, de James Bamford, confirman que funcionarios de alto nivel
del gobierno de Kennedy
contemplaron hacer explotar una embarcación estadounidense
en la Bahía de Guantánamo, fingir algunas muertes y culpar
del hecho a las fuerzas de Castro. El suceso
debía usarse para desencadenar acciones contra el régimen
cubano.
Entre los documentos desclasificados figura un memorando de marzo
de 1962, en el cual un funcionario anónimo del Pentágono
trazó ``una serie de incidentes bien
coordinados (...) que ocurrirían dentro y alrededor de
Guantánamo para dar la apariencia genuina de haber sido realizadas
por fuerzas hostiles cubanas''.
En una carta enviada en 1962 por el jefe de las Fuerzas Armadas,
Lyman Lemnitzer, al entonces secretario de Defensa, Robert McNamara, se
menciona al memorando
como ``una medida preliminar susceptible de convertirse en plan''
de acción.
``Este es un pasaje muy oscuro de la guerra secreta contra Castro, y todo apunta a que [la Operación Cruz Roja] fue un embarque que propició la CIA'', afirmó el activista Andrés Nazario Sargen, director del grupo Alpha 66 y quien recuerda a Bayo como ``un hombre muy valiente y decidido''.
``Hubo algo sucio en todo esto'', agregó Nazario.
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