El sabotaje de Barbados
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y Hernán Ricardo, autores materiales del sabotaje contra el avión de "Cubana de Aviación" en Barbados. |
por las autoridades venezolanas. |
Clímax de un plan terrorista contra Cuba
PEDRO A. GARCIA
Tiempo después, Charles Murray, auxiliar de tráfico del Aeropuerto
de Piarco (Port Spain, Trinidad y Tobago),
identificaría a Hernán Ricardo y Freddy Lugo como aquellos
dos individuos que le preguntaron en español sobre
el avión de Cubana.
Cuando el DC 8, marcado con las siglas CUT 201, llegó a Seawell
(Barbados), H. Marshall, quien desembarcó allí,
comentaría a sus allegados sobre el sujeto que se quedó encerrado
en el baño trasero del avión (identificado
posteriormente como Hernán Ricardo) y cómo con la ayuda del
capitán de la nave logró salir. Otros testigos confirmarían
este pasaje.
A las 12:15 (hora local), el avión de Cubana despegó hacia
Jamaica. Ocho minutos después, la nave informaba: "Tenemos
una explosión y estamos descendiendo inmediatamente. Tenemos fuego
a bordo". "¿Regresará al campo?", inquirió la
torre de control. "Pedimos inmediatamente, inmediatamente pista", dijo
el copiloto de la nave. "Autorizado a aterrizar",
replicó Seawell.
La bomba en la embajada de Cuba en Lisboa, colocada por manos criminales
y reaccionarias, costó la vida a una
mujer y a un hombre cubanos. El atentado a nuestra sede diplomática
es testimonio de que "el valor de un
revolucionario —como dijo Maceo— se mide por el odio que le tienen sus
enemigos.
El avión soltaba humo en un área cercana al tercer motor.
Aun así, los técnicos desplegaron el tren de aterrizaje y
usaron correctamente los flaps. El CU vuelo 455 se dirigía, a pesar
de la explosión, hacia la pista de Seawell. "Tenemos
emergencia total, continuamos escuchando", les alentaba la torre de control.
De pronto, la cola del DC 8 comenzó a humear. "Eso es peor, pégate
al agua, Felo, pégate al agua". Los bañistas de una
playa cercana lo vieron tomar altura y desviarse a un lado (iba inicialmente
en dirección a los hoteles de la costa). En la torre
de control de Seawell reinaba un completo silencio: en los radares, la
figura del avión se había desvanecido. Después, el
silencio. Solo el silencio.
Era el 6 de octubre de 1976.
UNA AMPLIA OPERACION
El panorama mundial acentuaba su tendencia favorable a la independencia
y soberanía de los pueblos. A pesar del bloqueo
y la política de hostigamiento, la Revolución cubana se consolidaba
por día. Su ayuda internacionalista a Angola le
había hecho cosechar un rotundo fracaso al racismo y a la CIA en
Africa. En Nicaragua se preveía el ocaso del somocismo y
la probabilidad de un triunfo sandinista.
Los cerebros de Langley, obsesionados por derrocar el Gobierno cubano y
crearle mayores dificultades a nuestro país,
apostaron al montaje de una gran operación terrorista contra Cuba.
Para acallar a ciertas voces del Congreso de EE.UU.,
usarían grupos y organizaciones de contrarrevolucionarios de origen
cubano como ejecutores directos, sin involucrar a
ciudadanos norteamericanos. El financiamiento de los terroristas sería
encubierto, aparecería como proveniente del Chile
de Pinochet o de la Nicaragua de Somoza.
La cercanía de las nuevas elecciones en EE.UU. hizo que se acelerara
la operación. En abril de 1976, se produjeron
ataques y atentados a pesqueros y representantes diplomáticos cubanos:
en aguas internacionales fue abatido el
trabajador Bienvenido Máuriz; en Lisboa, ultimaron a Adriana Corcho
y Efrén Monteagudo.
Se sucedieron las acciones terroristas: explosivos contra la misión
en la ONU; una bomba estallaba en el equipaje de un
avión de Cubana, aún en tierra porque había retraso
en el aeropuerto de Kingston (Jamaica). Otra bomba destruyó las
oficinas de Air Panamá (su pecado: viajes a Cuba) y en México
asesinaron a un técnico pesquero, Artagnan Díaz, en un
fracasado intento de secuestrar al consul cubano.
En agosto de ese mismo año, dos diplomáticos cubanos fueron
desaparecidos en Argentina. Unos días más tarde, par
de artefactos dinamiteros explotaron en las oficinas de Cubana de Aviación
en Panamá. Pero lo peor estaba por verse.
CONFIESAN LOS ASESINOS
Los intentos por encubrir la acción criminal como un accidente no
fructificaron. La Comisión Investigadora y, sobre todo, el
perito cubano José Lara, demostraron hasta la saciedad que el DC
8 cayó al mar a consecuencias de dos explosiones: una,
localizada entre las filas de asientos 7 y 11, ocurrida a las 12:23 a.m.
(hora de Barbados); la otra, en el baño trasero de la
cabina de pasajeros (12:27 a.m.). Esta última es la que ocasiona
el derribo de la nave.
Los sujetos que habían abordado el avión en Piarco y desembarcado
en Seawell, identificados como los venezolanos
Hernán Ricardo y Freddy Lugo, fueron detenidos en un hotel de Port
Spain. "Quiero decirle con la mayor reserva que
Lugo y yo colocamos la bomba en el avión", confesó el primero
a Dennis Randwar, alto oficial de la policía trinitaria.
En sus declaraciones, Ricardo precisó que Lugo tenía dos
cámaras al montar el avión de Cubana y solo una al quedarse
en Barbados. No se explicaba donde su compañero había dejado
el otro aparato. "Es muy probable que dentro de la
cámara pudo estar la bomba", afirmó para más tarde
agregar que no era un secreto "que él y Lugo habían estallado
el avión".
Por su parte, Lugo dijo estar "convencido de que Ricardo puso la bomba".
Después, en una cárcel venezolana, le relataría a
la
periodista Alicia Herrera el episodio de Hernán en el baño
trasero del avión: "El creía que iba a volar de una vez por
el aire
y le entró culillo". Y reconocería su responsabilidad: "De
que fuimos nosotros es verdad".
Tras sus confesiones, los dos criminales fueron deportados de Trinidad
y Tobago por "inmigrantes indeseables". En
Venezuela, les recibió una orden de detención. A través
de ellos se llegó hasta los autores intelectuales los connotados
terroristas contrarrevolucionarios de origen cubano, Orlando Bosch y Luis
Posada Carriles.
ENTRE JUICIOS, FUGAS Y ABSOLUCIONES
Llevados los criminales a corte, múltiples intentos se hicieron,
apadrinados por la CIA y ejecutados por elementos
contrarrevolucionarios de origen cubano y la oligarquía venezolana,
para que no recibieran sanciones. Incluso se les
llevó a un tribunal militar, pero al notar que este era proclive
a condenarlos, los devolvieron a la jurisdicción de lo civil.
Tras 10 años de espera, el 21 de julio de 1986, se condenó
a 20 años de prisión a Hernán Ricardo y Freddy Lugo
por el
delito de homicidio calificado. El juez rebajó la pena hasta su
límite inferior "por haberse dado la circunstancia atenuante de
tener ambos una conducta predelictual satisfactoria". Sobre Posada Carriles,
fugado de la cárcel 11 meses antes del fallo,
no se dictó sentencia.
Orlando Bosch fue absuelto. Según el juez, "no existen indicios
probatorios que demuestren los cargos de autoría intelectual".
Los fiscales le ripostaron alegando las constantes reuniones de Piro con
los autores materiales del hecho antes de la voladura,
las llamadas de Ricardo a Bosch desde Barbados después del sabotaje,
las confesiones de Hernán recogidas por la policía
trinitaria.
LOS CAMINOS DEL TERRORISTA
Casi 50 000 dólares en sobornos costó a la Fundación
Cubano Americana la fuga de Luis Posada Carriles de una cárcel
venezolana. En El Salvador le esperaba su viejo compinche, Félix
Rodríguez, entonces activo agente de la CIA, con quien
participó en contrabandos de armas, intrigas políticas y
asesinatos. "Posada trabaja dondequiera, porque no tiene
ideología, sino una sola meta: acabar con Castro", opina de él
uno de sus más antiguos compinches.
En la década del 90, el activo criminal al servicio de la contrarrevolución,
camuflajeado bajo una decena de alias,
retornó a la organización de atentados contra Fidel. Lo intentó
en Tegucigalpa, Cartagena de Indias, Isla Margarita. En Costa
Rica (1995) planeó dinamitar un buque cubano; en Honduras, hizo
explotar 41 bombas ese mismo año. Reclutó mercenarios
para 14 atentados con explosivos en Cuba: en uno de ellos perdió
la vida el turista italiano Fabio Di Celmo.
Debido a la denuncia cubana por su más reciente fechoría
—el frustrado atentado a Fidel y a millares de estudiantes
universitarios durante la Cumbre Iberoamericana de Panamá—, resultó
detenido. Como cuando el sabotaje de
Barbados, comenzaron las trabas judiciales, se ha impedido por todos los
medios su extradición a Cuba o a Venezuela
donde tiene causas pendientes y se conoce de maniobras para justificar
su evasión. Entretanto, millones de ciudadanos
amenazados por este peligroso terrorista y sus auspiciadores aguardan aún
el momento en que se haga justicia y se ponga
fin a tales actividades que amenazan sus vidas.