Granma Diario
Octubre 6, 2001

El sabotaje de Barbados


Los venezolanos Freddy Lugo (der.)
y Hernán Ricardo, autores materiales
del sabotaje contra el avión de "Cubana
de Aviación" en Barbados.
Luis Posada Carriles es conducido
por las autoridades venezolanas.


 

                    Clímax de un plan terrorista contra Cuba

                    PEDRO A. GARCIA

                    Tiempo después, Charles Murray, auxiliar de tráfico del Aeropuerto de Piarco (Port Spain, Trinidad y Tobago),
                    identificaría a Hernán Ricardo y Freddy Lugo como aquellos dos individuos que le preguntaron en español sobre
                    el avión de Cubana.

                    Cuando el DC 8, marcado con las siglas CUT 201, llegó a Seawell (Barbados), H. Marshall, quien desembarcó allí,
                    comentaría a sus allegados sobre el sujeto que se quedó encerrado en el baño trasero del avión (identificado
                    posteriormente como Hernán Ricardo) y cómo con la ayuda del capitán de la nave logró salir. Otros testigos confirmarían
                    este pasaje.

                    A las 12:15 (hora local), el avión de Cubana despegó hacia Jamaica. Ocho minutos después, la nave informaba: "Tenemos
                    una explosión y estamos descendiendo inmediatamente. Tenemos fuego a bordo". "¿Regresará al campo?", inquirió la
                    torre de control. "Pedimos inmediatamente, inmediatamente pista", dijo el copiloto de la nave. "Autorizado a aterrizar",
                    replicó Seawell.

                    La bomba en la embajada de Cuba en Lisboa, colocada por manos criminales y reaccionarias, costó la vida a una
                    mujer y a un hombre cubanos. El atentado a nuestra sede diplomática es testimonio de que "el valor de un
                     revolucionario —como dijo Maceo— se mide por el odio que le tienen sus enemigos.

                    El avión soltaba humo en un área cercana al tercer motor. Aun así, los técnicos desplegaron el tren de aterrizaje y
                    usaron correctamente los flaps. El CU vuelo 455 se dirigía, a pesar de la explosión, hacia la pista de Seawell. "Tenemos
                    emergencia total, continuamos escuchando", les alentaba la torre de control.

                    De pronto, la cola del DC 8 comenzó a humear. "Eso es peor, pégate al agua, Felo, pégate al agua". Los bañistas de una
                    playa cercana lo vieron tomar altura y desviarse a un lado (iba inicialmente en dirección a los hoteles de la costa). En la torre
                    de control de Seawell reinaba un completo silencio: en los radares, la figura del avión se había desvanecido. Después, el
                    silencio. Solo el silencio.

                    Era el 6 de octubre de 1976.

                    UNA AMPLIA OPERACION

                    El panorama mundial acentuaba su tendencia favorable a la independencia y soberanía de los pueblos. A pesar del bloqueo
                    y la política de hostigamiento, la Revolución cubana se consolidaba por día. Su ayuda internacionalista a Angola le
                    había hecho cosechar un rotundo fracaso al racismo y a la CIA en Africa. En Nicaragua se preveía el ocaso del somocismo y
                    la probabilidad de un triunfo sandinista.

                    Los cerebros de Langley, obsesionados por derrocar el Gobierno cubano y crearle mayores dificultades a nuestro país,
                    apostaron al montaje de una gran operación terrorista contra Cuba. Para acallar a ciertas voces del Congreso de EE.UU.,
                    usarían grupos y organizaciones de contrarrevolucionarios de origen cubano como ejecutores directos, sin involucrar a
                    ciudadanos norteamericanos. El financiamiento de los terroristas sería encubierto, aparecería como proveniente del Chile
                    de Pinochet o de la Nicaragua de Somoza.

                    La cercanía de las nuevas elecciones en EE.UU. hizo que se acelerara la operación. En abril de 1976, se produjeron
                    ataques y atentados a pesqueros y representantes diplomáticos cubanos: en aguas internacionales fue abatido el
                    trabajador Bienvenido Máuriz; en Lisboa, ultimaron a Adriana Corcho y Efrén Monteagudo.

                    Se sucedieron las acciones terroristas: explosivos contra la misión en la ONU; una bomba estallaba en el equipaje de un
                    avión de Cubana, aún en tierra porque había retraso en el aeropuerto de Kingston (Jamaica). Otra bomba destruyó las
                    oficinas de Air Panamá (su pecado: viajes a Cuba) y en México asesinaron a un técnico pesquero, Artagnan Díaz, en un
                    fracasado intento de secuestrar al consul cubano.

                    En agosto de ese mismo año, dos diplomáticos cubanos fueron desaparecidos en Argentina. Unos días más tarde, par
                    de artefactos dinamiteros explotaron en las oficinas de Cubana de Aviación en Panamá. Pero lo peor estaba por verse.

                    CONFIESAN LOS ASESINOS

                    Los intentos por encubrir la acción criminal como un accidente no fructificaron. La Comisión Investigadora y, sobre todo, el
                    perito cubano José Lara, demostraron hasta la saciedad que el DC 8 cayó al mar a consecuencias de dos explosiones: una,
                    localizada entre las filas de asientos 7 y 11, ocurrida a las 12:23 a.m. (hora de Barbados); la otra, en el baño trasero de la
                    cabina de pasajeros (12:27 a.m.). Esta última es la que ocasiona el derribo de la nave.

                    Los sujetos que habían abordado el avión en Piarco y desembarcado en Seawell, identificados como los venezolanos
                    Hernán Ricardo y Freddy Lugo, fueron detenidos en un hotel de Port Spain. "Quiero decirle con la mayor reserva que
                    Lugo y yo colocamos la bomba en el avión", confesó el primero a Dennis Randwar, alto oficial de la policía trinitaria.

                    En sus declaraciones, Ricardo precisó que Lugo tenía dos cámaras al montar el avión de Cubana y solo una al quedarse
                    en Barbados. No se explicaba donde su compañero había dejado el otro aparato. "Es muy probable que dentro de la
                    cámara pudo estar la bomba", afirmó para más tarde agregar que no era un secreto "que él y Lugo habían estallado el avión".

                    Por su parte, Lugo dijo estar "convencido de que Ricardo puso la bomba". Después, en una cárcel venezolana, le relataría a la
                    periodista Alicia Herrera el episodio de Hernán en el baño trasero del avión: "El creía que iba a volar de una vez por el aire
                    y le entró culillo". Y reconocería su responsabilidad: "De que fuimos nosotros es verdad".

                    Tras sus confesiones, los dos criminales fueron deportados de Trinidad y Tobago por "inmigrantes indeseables". En
                    Venezuela, les recibió una orden de detención. A través de ellos se llegó hasta los autores intelectuales los connotados
                    terroristas contrarrevolucionarios de origen cubano, Orlando Bosch y Luis Posada Carriles.

                    ENTRE JUICIOS, FUGAS Y ABSOLUCIONES

                    Llevados los criminales a corte, múltiples intentos se hicieron, apadrinados por la CIA y ejecutados por elementos
                    contrarrevolucionarios de origen cubano y la oligarquía venezolana, para que no recibieran sanciones. Incluso se les
                    llevó a un tribunal militar, pero al notar que este era proclive a condenarlos, los devolvieron a la jurisdicción de lo civil.

                    Tras 10 años de espera, el 21 de julio de 1986, se condenó a 20 años de prisión a Hernán Ricardo y Freddy Lugo por el
                    delito de homicidio calificado. El juez rebajó la pena hasta su límite inferior "por haberse dado la circunstancia atenuante de
                    tener ambos una conducta predelictual satisfactoria". Sobre Posada Carriles, fugado de la cárcel 11 meses antes del fallo,
                    no se dictó sentencia.

                    Orlando Bosch fue absuelto. Según el juez, "no existen indicios probatorios que demuestren los cargos de autoría intelectual".
                    Los fiscales le ripostaron alegando las constantes reuniones de Piro con los autores materiales del hecho antes de la voladura,
                    las llamadas de Ricardo a Bosch desde Barbados después del sabotaje, las confesiones de Hernán recogidas por la policía
                    trinitaria.

                    LOS CAMINOS DEL TERRORISTA

                    Casi 50 000 dólares en sobornos costó a la Fundación Cubano Americana la fuga de Luis Posada Carriles de una cárcel
                    venezolana. En El Salvador le esperaba su viejo compinche, Félix Rodríguez, entonces activo agente de la CIA, con quien
                    participó en contrabandos de armas, intrigas políticas y asesinatos. "Posada trabaja dondequiera, porque no tiene
                    ideología, sino una sola meta: acabar con Castro", opina de él uno de sus más antiguos compinches.

                    En la década del 90, el activo criminal al servicio de la contrarrevolución, camuflajeado bajo una decena de alias,
                    retornó a la organización de atentados contra Fidel. Lo intentó en Tegucigalpa, Cartagena de Indias, Isla Margarita. En Costa
                    Rica (1995) planeó dinamitar un buque cubano; en Honduras, hizo explotar 41 bombas ese mismo año. Reclutó mercenarios
                    para 14 atentados con explosivos en Cuba: en uno de ellos perdió la vida el turista italiano Fabio Di Celmo.

                    Debido a la denuncia cubana por su más reciente fechoría —el frustrado atentado a Fidel y a millares de estudiantes
                    universitarios durante la Cumbre Iberoamericana de Panamá—, resultó detenido. Como cuando el sabotaje de
                    Barbados, comenzaron las trabas judiciales, se ha impedido por todos los medios su extradición a Cuba o a Venezuela
                    donde tiene causas pendientes y se conoce de maniobras para justificar su evasión. Entretanto, millones de ciudadanos
                    amenazados por este peligroso terrorista y sus auspiciadores aguardan aún el momento en que se haga justicia y se ponga
                    fin a tales actividades que amenazan sus vidas.