Regalo navideño de la CIA
Diego Rodríguez Molina
NUEVA GERONA.— "Fue un ataque criminal, un ataque cobarde...
el regalo de Navidad de la CIA,... el presente de Navidad de Estados
Unidos al pueblo cubano...". Así denunció Fidel la acción
terrorista
perpetrada por ese gobierno en las primeras horas del 23 de
diciembre de 1963 en el litoral pinero, contra una unidad de nuestra
Marina de Guerra Revolucionaria.
Quedaba al descubierto una nueva agresión, cuya cercanía
a la
tradicional festividad del 25 de diciembre, ponía al desnudo la
hipocresía del gobierno de Estados Unidos y la escalada de
la política hostil mantenida contra nuestro pueblo hasta la
actualidad.
Según refiere la reciente Demanda del Pueblo de Cuba al Gobierno
de EE.UU. por Daños Humanos — que expone entre las
innumerables razones de nuestro reclamo—, "...un comando de la
CIA transportado por mar desde Estados Unidos, utilizando
elementos de demolición submarina, hundió la lancha torpedera
LT-85 perteneciente a la Marina de Guerra Revolucionaria en la
dársena de la Siguanea, Isla de Pinos, provocando la muerte del
alférez de fragata Leonardo Luberta Noy y los marineros Jesús
Mendoza Larosa, Fe de la Caridad Hernández Jubán y Andrés
Gavilla Soto".
A 17 se elevó el número de heridos, mucho de los cuales sufren
aún las secuelas del vil atentado que, como detallara el máximo
líder cubano en su denuncia pública días después,
no solo
colocaron una bomba submarina en el casco de ese navío, sino
que lo hicieron con una trampa, "trataron de provocar una masacre
parecida a la de La Coubre. Es decir, primero hicieron estallar una
pequeña carga..., y minutos después, cuando se concentrara
el
personal a ver lo que había ocurrido, se produciría una gran
explosión."
El hecho tenía lugar en los precisos momentos en que la recién
creada unidad naval se preparaba, como de costumbre, para la
ceremonia de izar la bandera.
Qué lejos estaban de imaginar que la tranquilidad de aquella
mañana invernal sería bruscamente cortada por la sorda explosión
de no mucha intensidad, procedente del lugar donde estaban
estacionadas las lanchas torpederas número 85 y 94, y a la que
siguió poco tiempo después otra más terrible y ensordecedora
que
conmovió hasta el último rincón de la unidad, según
recuerdan
sobrevivientes de la tragedia. La onda expansiva lanzó por los aires
a varios jóvenes marineros y la pieza de artillería de popa
cayó en el
centro de la dársena, de donde fueron rescatados por los buzos los
cadáveres de Jesús y Fe Hernández. Horas después
se producía la
visita al lugar del Ministro de las FAR, entonces Comandante Raúl
Castro, el 24 de diciembre.
El joven oficial Luberta, en grave estado al proyectarse contra el
muelle, no pudo llegar con vida al hospital de Nueva Gerona,
adonde fueron evacuados de inmediato los heridos.
Han pasado los años, sin embargo, para los alumnos de la Escuela
Elemental de Arte aquí, que lleva el nombre de Leonardo Luberta
Noy, crece la indignación hacia los autores del crimen: "Fue un
hecho cruel, que costó vidas valiosas de nuestro pueblo, y no lo
olvidaremos jamás y por eso reclamamos con más fuerza que
se
haga justicia contra terroristas que como Posada Carriles, han sido
y son capaces de "regalos" tan atroces como estos, bajo la
protección de los distintos gobiernos yankis", expresó Ivón
Baigorría
García, estudiante de canto coral en ese centro, cuya recordación
al joven marinero y demás caídos, se ha convertido entre
ellos en
viva reafirmación antimperialista y, sobre todo, "compromiso
colectivo por seguir el heroico legado de los cubanos que debieron
pagar con su propia vida, el alto precio de la libertad que hoy
disfrutamos", subrayó, luego de referir con orgullo la canción
dedicada a Luberta y compartida en cada visita de los padres y
demás familiares del joven mártir, que se prolonga con más
vida en
las nuevas generaciones.
Entonces como ahora, los regalos venidos del Norte mucho
aleccionan.