McVeigh y Posada Carriles: Doble rasero para el terrorismo
ORLANDO ORAMAS LEON
Timothy McVeigh fue ejecutado ayer en la cárcel de Terra Haute,
Indiana. La inyección letal paralizó el corazón del
autor del acto
terrorista más grave de la historia de los Estados Unidos, pero
el
escarmiento no atacó de raíz a las causas que generaron aquel
horrendo crimen.
Ex soldado condecorado con medalla de bronce por su
actuación durante la Guerra del Golfo, McVeigh no mostró
arrepentimiento y su última mirada fue de desafío a los
invitados a presenciar el show-ajusticiamiento, que fue
transmitido en circuito cerrado a unos 200 sobrevivientes
y familiares de las víctimas de aquel crimen.
Asi quedó el edificio de Oklahoma tras ser dinamitado por
Timothy McVeigh, donde perdieron la vida 168 norteamericanos
Seis años atrás, el 19 de abril de 1995, la primavera se
hacía añicos
en la ciudad de Oklahoma. La bomba de dos toneladas de peso
colocada por este admirador de los grupos paramilitares de
ultraderecha hirió de muerte la estructura del edificio Alberth
Murrah,
ocupado por varias dependencias federales y una guardería infantil.
Las viudas, padres e hijos de las víctimas del crimen de Barbados
aún aguardan y claman justicia.
Tras 16 días de angustiosa búsqueda, transmitida en directo
por las
cadenas de televisión, fueron dadas a conocer las estadísticas
del crimen:
168 muertos, incluidos 19 niños y 647 heridos. La potencia del
artefacto explosivo fue tal que el inmueble se derrumbó parcialmente,
los coches estacionados en las inmediaciones se incendiaron, los
parquímetros fueron arrancados de cuajo y los vidrios de todo el
vecindario saltaron en pedazos. Algunos objetos recorrieron varios
kilómetros. Solamente el 10 por ciento de las personas presentes
en
el edificio resultaron ilesas.
El criminal no quiso hacer ninguna declaración antes de serle
aplicado el suero mortal. Pero dejó como mensaje el poema que un
autor inglés tituló así: Invicto. Su prepotencia no
es ajena al entorno
en el que vivió y murió. Su muerte ya es mercancía,
pues una
biografía suya se anuncia por estos días en las principales
librerías
del país.
Allí cuenta con toda parsimonia que escogió el edificio "porque
su
ubicación ofrecía excelentes ángulos para la cobertura
del evento
por parte de la prensa". De esta forma, dijo, pretendía vengar el
asalto de fuerzas federales al rancho de Waco, Texas, donde se
atrincheraron miembros de la secta davidiana, opuesta al gobierno
estadounidense. En el incendio provocado durante aquel
enfrentamiento murieron 90 personas, incluidos una veintena de
niños.
Para Timothy McVeigh, su acto terrorista "no fue un crimen, sino
una misión de un soldado". Tal "visión" de las cosas debe
haberlas
aprendido durante su preparación en Fort Bening, Georgia, donde
tuvo sus instalaciones una forja de dictadores y violadores a los
derechos humanos en Latinoamérica, con el nombre oficial de
Escuela de las Américas.
De aquella "escuela" y de su participación en la guerra del Golfo
le
viene también el lenguaje. Según palabras propias, las muertes
infantiles provocadas por su bomba fueron "daños colaterales". Se
trata de la misma frase con que el Pentágono acuña a las
víctimas
inocentes de sus ataques en diversas partes del mundo, culpables
además de estar "en un mal lugar, en un mal momento", como
recuerda PL.
En una breve declaración una hora después de la ejecución,
el
presidente George W. Bush dijo que "conforme a las leyes de
nuestro país, el caso terminó. Las víctimas del atentado
de
Oklahoma City no obtuvieron venganza, sino justicia", añadió.
Los cubanos, sin embargo, seguimos esperando a que se haga
justicia con otro terrorista: Luis Posada Carriles, hijo de la CIA y de
la hostilidad de Estados Unidos contra Cuba. Las manos de
Washington y de sus aliados de la mafia miamense han estado
detrás de las presiones para evitar la extradición a Cuba
del grupo
que pretendía utilizar explosivos de alto poder en Panamá
para
asesinar, a cualquier costo, al Presidente cubano y a los cientos de
profesores y estudiantes panameños que se hallaban reunidos en
aquel recinto universitario.
Resulta un insulto a las propias víctimas del bombazo de Oklahoma
el doble rasero que la Casa Blanca aplica a otros crímenes
horrendos como el atentado al avión de Cubana, derribado en pleno
vuelo sobre las aguas de Barbados, que produjo 73 víctimas
fatales. ¿O es que, la esencia racista de esa sociedad no les
otorga el mismo valor a los cubanos, coreanos y guyaneses que allí
perecieron, que a los ciudadanos norteamericanos trágicamente
desaparecidos en Oklahoma?
Posada Carriles es un McVeigh cualquiera. Solo que ha sido un
instrumento de la agresión yanki contra nuestro pueblo. El doble
rasero que el gobierno de los Estados Unidos aplica también en el
tema del terrorismo, es evidente.