La Gloria es para los que cayeron
ALBERTO NUÑEZ BETANCOURT
Cada vez que en la televisión aparece la histórica gráfica
de
nuestros milicianos alzando los brazos con los fusiles, aquel 16 de
abril de 1961, Davián, un niño de cinco años dice:
ahí estaba mi
abuelo. Y ciertamente es así, aunque para este hombre de humor
criollo y probada firmeza, nombrado Rolando Arriete Hellmund, eso
no es motivo para vanagloriarse.
—La gloria es para los que cayeron después del juramento que
hicimos de defender la Patria socialista —expresa, mientras recuerda
a algunos compañeros que junto a él estaban en el acto de
23 y 12 y
posteriormente entregaron sus vidas en las arenas de Playa Girón
y Playa Larga.
—Yo era un simple trabajador de la Compañía
de Electricidad que solo con la nacionalización fue Cubana ciento
por ciento. Apenas tenía un segundo grado de escolaridad, pero
todo el derecho de luchar por preservar la independencia recién
conquistada. Por eso me integré desde temprano a la primera
Escuela de Responsables de las Milicias, en Matanzas.
Allí se hizo jefe de compañía y llegado el momento
crucial asumió
funciones en sustitución del jefe del Batallón 180, de Güira
de
Melena y Alquízar, que tuvo la misión de tomar Playa Larga
y luego
continuar a Girón.
—La Escuela resultó el mejor fogueo para la guerra, sobre todo por
la práctica que tuvimos en la limpia del Escambray, antes de la
invasión a Girón. Despúes del acto del 16 de abril,
era inminente la
gran escalada. Por esa razón nos movilizamos. Yo estuve
localizable en mi casa, pero en la madrugada del 17, cuando
escuché el timbre del teléfono, me dije: ¡Se formó!
Efectivamente,
en breve salimos para Jagüey Grande, luego hacia el central
Australia, donde tuvimos la satisfacción de conversar con el
Comandante en Jefe, interesado en algunos detalles de nuestra
agrupación.
El camino recorrido lo había convertido en un miliciano con todas
las de la ley. Portaba la boina verde y el rombo con el escudo,
señales de graduado de la Escuela de Responsables de las
Milicias. Y en medio de aquellos días, cuando hizo falta preparación
física, recordó el paso ágil con que caminó
por vez primera los 62
kilómetros que se exigían para iniciarse en la institución.
Hoy en
tono jocoso manifiesta que con sus 26 años de entonces era un
veterano comparado con los muchachos de 15, 16 y 17 que le
rodeaban.
—Al tomar el sitio indicado en Playa Larga, nos atrincheramos,
porque ya había ocurrido el primero, pero se esperaba un segundo
desembarco. Establecimos una defensa, pues habían pequeños
grupos enemigos dispersos por la zona. Luego continuamos hacia
Playa Girón. Recuerdo que en el trayecto me cruzo con un amigo
cadete que lo traían herido, y me dijo: Cuídate amigo.
—El consejo uno lo agradece, pero nadie dejó de derrochar coraje
por conservar el pellejo. El Batallón tuvo un muerto y 27 heridos.
Todas las misiones se cumplieron con disciplina y abnegación.
Si bien la agresión fue liquidada en apenas 60 horas, el Batallón
180
permaneció en las zonas de combate diez días más recogiendo
armas y otros pertrechos dejados por los invasores. Justamente
cuando cumplía esa tarea, Rolando se topa con un primo suyo,
miembro de la brigada 2506, ya capturado.
—Le dije mil cosas: gusano, descarado y palabras mayores.
También le recordé lo muerto de hambre que había sido
en el
capitalismo para que, llevado por los intereses de los ricos que
querían recuperar su dulce vida, lo utilizaran contra su Patria.
—Sí, el tiro les salió por la cula... ta, pues pensaron que
esto sería
fácil, que el pueblo se les uniría. Y sí, el pueblo
se unió, pero al lado
de su Revolución.