El Nuevo Herald
sábado 3 de mayo del 2008

Despierta singular interés vida y obra de Batista

IVETTE LEYVA MARTINEZ

Fulgencio Batista Zaldívar, la figura política que más influyó en la época republicana en Cuba, ha comenzado a ser reexaminado históricamente medio siglo después de que Fidel Castro lo sucediera en el poder.

En los dos últimos años, la figura de Batista (Banes, 1901-- Marbella, 1973) ha sido objeto de estudio e inspiración para investigadores, académicos y escritores. En el 2006, el historiador cubanoamericano Frank-Argote Freyre publicó Fulgencio Batista: From revolutionary to strongman, la primera parte de su minuciosa biografía del gobernante desde su nacimiento hasta 1940.

"Al pasar casi 50 años, las pasiones van disminuyendo y se puede analizar con más claridad los períodos de gobierno de Batista'', consideró Argote Freyre, profesor de Historia de la Universidad Kean, en Nueva Jersey.

Durante décadas, la historiografía esquivó la figura del hombre que gobernó durante más tiempo en la República -- 11 años -- y cuyo poder en la isla se hizo sentir en la primera mitad del siglo XX. Fue el primer presidente que gobernó bajo la última Constitución republicana, entre 1940 y 1944. Pero en 1952 tomó al poder mediante un golpe de Estado que destrozó el orden constitucional y generó un amplio rechazo popular. El 31 de diciembre de 1958 se vio obligado a abandonar la isla ante el empuje del Ejército Rebelde liderado por Castro.

"Los historiadores y politólogos dentro de Cuba saben que uno de los mitos de la revolución es que Batista fue un demonio, reconocen que la historia es más complicada, pero sus carreras estarían en peligro si desafían la versión oficial'', señaló Argote-Freyre, quien viajó a la isla para su investigación.

Al historiador le sorprendió la complejidad del gobernante cubano.

"Su mente era muy sutil, entendía el poder y los mecanismos para manejarlo. Se convirtió en un hombre fuerte dentro de un gobierno débil'', opinó. "Hace tiempo debíamos haberlo visto con ojos más históricos y menos apasionados''.

Sin embargo, la controversial personalidad sigue avivando pasiones en el exilio cubano, donde conviven opositores a la etapa dictatorial (1952-1959) con colaboradores y simpatizantes suyos.

El 14 de enero del 2001, una misa convocada en la iglesia San Juan Bosco de Miami para honrar al ex gobernante en el centenario de su nacimiento fue suspendida por una falsa amenaza de bomba.

A pesar del incidente, grupos de exiliados han seguido conmemorando otras fechas vinculadas a Batista, como los aniversarios del 4 de septiembre de 1933, cuando el entonces sargento encabezó una revuelta militar que lo catapultó a la historia de Cuba y llevó a la renuncia del presidente provisional Carlos Manuel de Céspedes.

En junio del 2006, la revista Enepecé, editada en Miami, dedicó un amplio dossier a Batista, con una entrevista del filósofo Emilio Ichikawa a su hijo mayor, Fulgencio Rubén (Papo) Batista, quien falleció el pasado año.

Pero Batista también revive en la literatura.

En España, el joven periodista Gregorio León obtuvo el X Premio de Novela de la Ciudad de Badajoz en el 2007 por Murciélagos en un burdel, inspirada en el fallido asalto al Palacio Presidencial en 1957 y donde recrea la personalidad del general golpista.

"Quitarle a Batista la etiqueta de dictador es tan difícil como borrar un tatuaje. No podía describirlo como el sanguinario que ha trazado el régimen cubano históricamente, ni tampoco llevármelo al otro extremo'', comentó León. "La cosa era ver a Batista de carne y hueso. Ver cómo se enamora de su mujer después de atropellarla mientras ella paseaba, cómo sufre por las consecuencias para su familia al producirse al ataque al Palacio Presidencial..."

El escritor también consideró que la figura de Batista ha sido distorsionada por la historiografía.

"Cito el ejemplo del historiador Enrique Cirules, cuyos trabajos serían muy estimables si no estuvieran salpicados constantemente de esos piojos que te encuentras en cada página en forma de descalificaciones a Batista y a lo que representaba'', afirmó. "Cuba no se merecía a Batista, pero mucho menos a Castro''.

En París, la escritora Zoe Valdés prepara una novela sobre el penúltimo dictador cubano, de la cual se limitó a decir que abarca desde "Quintín Banderas hasta la muerte de Batista''.

Valdés recordó que comenzó a interesarse en la personalidad de Batista desde sus estudios universitarios y señaló que es difícil explicar por qué se produce ahora un reexamen histórico.

"Tampoco es un fenómeno masivo, somos dos o tres interesados, nada más; me parece que ha pasado mucho tiempo, y que la figura de Batista comienza a engrandecerse, comparado con Castro no fue el dictador que se dijo, hizo mucho bien a su país por un lado, y vivió un exilio digno, hasta su muerte'', agregó.

En el 2005, los herederos de Batista donaron a la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami miles de documentos -- cartas, fotos, manuscritos, recortes de publicaciones, libros, revistas -- que cubren fundamentalmente sus años de exilio, desde 1958 hasta 1973. La mayor parte del archivo de Batista entre 1933 y 1958 permanece en Cuba.

Los materiales de la Colección Fulgencio Batista Zaldívar, agrupados en 148 cajas, pueden ser consultados libremente por el público y algunos documentos y fotografías están disponibles por internet.

De ellos emerge la imagen de un hombre con profundo sentido de la historia y sus vaivenes. El cuidado y orden de los papeles indica que Batista preveía este momento de revalorización de su papel en la historia de Cuba; todos los documentos parecen ordenados para facilitar el trabajo de los historiadores que vendrán.

Escribía y corregía varias veces sus textos, guardaba todos los borradores a lápiz; hacía copias en papel carbón de sus cartas, guardaba hasta los sobres de las que recibía.

"Desde el fondo de mi alma grita la voz de la historia'', escribió en una carta en 1965.

La colección ha facilitado y alentado el trabajo de los interesados en esta personalidad histórica. De acuerdo con Esperanza Varona, directora de la Cuban Heritage Collection, entre los investigadores que han acudido a revisar la papelería se encuentran graduados de las universidades de Viena, Emory, en Georgia, y de Florida State Univesity (FSU).

La abundante correspondencia da fe de la visión de Batista sobre el papel de Cuba durante las distintas fases de la Guerra Fría, de sus relaciones con el exilio cubano, de los amigos que se mantuvieron fieles durante años y de sus intereses literarios. Sin embargo, en decenas de cartas y documentos consultados -- incluida una autobiografía inconclusa e inédita --, Batista eludió referirse al momento más controversial de su carrera política: el golpe de Estado de 1952.

Durante su exilio se dedicó exclusivamente a escribir y a viajar por España y Portugal. Nunca regresó a Estados Unidos, donde había vivido en la ciudad floridana de Daytona entre 1944 y 1952.

Con el mismo orden con el que cuidaba sus papeles personales, coleccionó las revistas Bohemia, Lunes de Revolución, Bohemia Libre y Carteles, y los diarios Revolución, Patria, Prensa Libre, El Mundo y Diario de la Marina, así como numerosas publicaciones del exilio de Miami.

Sostuvo un extenso intercambio epistolar con decenas de personalidades, entre ellas el poeta Gastón Baquero, los historiadores Enrique Pizzi de Porras y Jorge Hernández Volta y el general Arístides Sosa de Quesada, culto integrante de las fuerzas armadas cubanas. El tono de sus cartas es cortés y condescendiente, incluso al responder a comentarios negativos.

Apenas dos años después de su huida de la isla, Batista se quejaba con Baquero de la distorsionada imagen de la Cuba republicana.

"La infamia de las calumnias y las mentiras la han hecho aparecer como una subnación, sin desarrollo y analfabeta; como una tribu dominada por instintos bestiales, sin salubridad y sin cultura'', le escribió al poeta en julio de 1961.

Mantuvo uno de los intercambios epistolares más profusos con uno de sus antiguos enemigos políticos: Carlos Márquez Sterling, presidente de la Asamblea Constituyente de 1940 y ex militante de los partidos Auténtico y Ortodoxo.

En 1958 Márquez Sterling fundó el Partido del Pueblo Libre y se postuló sin éxito como rival de Batista en las últimas elecciones cubanas. En el exilio, el intercambio entre ambos fue cordial, y en algunas misivas Márquez Sterling se refiere a Batista como "mi querido presidente''.

El rechazo del ex dictador a participar en movimientos políticos del exilio es una constante en todo su epistolario, así como su escepticismo ante el éxito que podrían lograr los exiliados. En marzo de 1964 le escribió a Márquez Sterling: "Por Cuba y la unidad de los cubanos, tengo decidido no figurar en grupos ni estimularlos. Es ya bastante penoso constatar cómo las rivalidades y las pugnas los dividen y cómo, los que creen ser preferidos por las ventajas inmediatas que reciben, contribuyen a diezmar los mejores impulsos''.

Aunque es conocida la reticencia de Batista a involucrarse con los movimientos políticos de Miami, hay indicios de que esa no fue su intención original. En una carta al historiador Pizzi de Porras, fechada en Ciudad Trujillo (hoy Santo Domingo, República Dominicana) el 27 de abril de 1959, le asegura que no aspirará a cargos, pero deja entrever que se mantendrá activo en la escena política.

"[...] no quiero ser poder de nuevo. [...] En cuanto pueda estar por allá creo que podremos hacer mucho con los que pueden''.

En un memorando del 16 de octubre de ese año Batista da nueva señales de que quiere mantenerse en el terreno de la política. Analiza un manifiesto de los exiliados de Miami y enfatiza la necesidad de una organización central con un nombre abarcador, como "Movimiento Democrático''. Sugiere que "debe condenarse el terrorismo, y toda acción que se desarrolle ha de destacarse como nacida del propósito de combatir el terrorismo que se ha adueñado de Cuba''.

La imposibilidad de viajar a Estados Unidos, donde no se le permitió la entrada después de su huida de Cuba; el rechazo que provocaba en muchos exiliados que habían combatido su dictadura y su oposición a las naturales divisiones a que conlleva la política, profundizaron la brecha con Miami.

"A veces los grupos, que ya forman ramilletes, son simbólicos e instrumentos de dos o tres personas interesadas en destacarse, o de ansiosos o desesperados que a su vez son aprovechados para sumar factores a la dispersión'', le escribió a Eusebio Mujal, ex secretario general de la Confederación de Trabajadores de Cuba desde Estoril, Portugal, el 15 de abril de 1967.

Batista consideraba que la ausencia de la unidad política dentro del exilio era uno de los obstáculos principales para lograr la democracia en Cuba.

"Ninguna persona o colectividad determinada en el exilio, por fuerte que parezca, tendrá autoridad bastante, política o moral, para hablar en nombre de Cuba a individuos, entidades, instituciones o gobiernos en el extranjero'', pronosticó en un memorando de marzo de 1969.

Desde los primeros años de la década del 60, Batista estaba profundamente escéptico sobre el fin del castrismo.

"No preveo tan cercanos los umbrales de una acción masiva ni la aurora de la soberanía reivindicada'', le escribió a Márquez Sterling en octubre de 1965. "Creo [. . .] que el drama cubano no parece tener desenlace inmediato [. . .]. Cuba es sólo una ficha en el tablero internacional, sujeta a voluntadas ajenas y a merced de factores imponderables''.

En otra misiva ese mes le advierte que "Fidel Castro toma ventajas porque ha conseguido [. . .] que en los Estados Unidos se comente más respecto a la forma de dar entrada a los miles de cubanos que emigran de la tierra propia, que del peligro que constituye para todos los vecinos su permanencia en el poder''.

La correspondencia testimonia los numerosos pedidos de ayuda económica que recibía frecuentemente de un amplio rango de exiliados. En carta del 22 de septiembre de 1961, el conocido periodista Luis Ortega le agradeció la donación monetaria del ex dictador para la publicación Popular.

"Al cabo de los años he tenido que reconocer que, por aferrarme a criterios exageradamente periodísticos, fui en contra de mi simpatía y admiración por usted'', le escribió entonces Ortega, quien reside actualmente en Miami.

Después de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, Batista recibió más de una decena de cartas de amistades y conocidos en las que le pedían entre $50,000 y $100,000 para lograr la liberación de los brigadistas presos. Respondió asegurando que cooperaría con dinero si Castro aceptaba la excarcelación de todos los prisioneros de la fallida expedición armada de 1961.

Aunque nunca llegó a desembolsar ese dinero, en otras oportunidades envió donaciones a amigos en vicisitudes, exiliados, familiares de presos políticos y organizaciones caritativas. En 1971, la junta directiva de la Brigada 2506 le escribió desde Miami para darle gracias por su "valiosa donación económica'', que permitió levantar el Memorial de la Calle Ocho.