GONZALO GUILLEN/El Nuevo Herald
BOGOTA
Las fuerzas paramilitares que operan en la ciudad de Cúcuta, en límites del norte de Colombia con Venezuela, han asesinado a cerca de dos mil personas en el transcurso de tres años, en desarrollo de un proyecto de control territorial que, inclusive, ha contado con el respaldo de funcionarios de la Fiscalía General de la Nación.
Al parecer, los paramilitares infiltraron la Fiscalía, organismo encargado de la instrucción criminal en Colombia, hasta situar a gente de sus filas en posiciones del más alto nivel.
Hasta donde se sabe, el cargo más importante en Cúcuta lo asumió Magally Yanet Moreno Vera como asistente de la Dirección de la Fiscalía en la ciudad, de acuerdo con el diario bogotano El Tiempo.
Las relaciones de la Fiscalía con los paramilitares, que en menos de tres años consiguieron el control de la ciudad, de unos 400 mil habitantes, puso un manto de impunidad sobre múltiples homicidios y otro tipo de crímenes que todavía se cometen a diario.
Cúcuta, incluso, llegó a ser la ciudad más violenta de Colombia, después de Medellín, a pesar de que esta última es mucho más grande, con cerca de dos millones de habitantes.
Magally Yanet, de acuerdo con grabaciones de comunicaciones hechas por la Fiscalía General y por la policía secreta, informaba al jefe paramilitar de la zona, Carlos Andrés Palencia, sobre todas las actividades que programaban las autoridades para tratar de golpear a esos grupos armados de extrema derecha.
''En las oficinas de la alcaldía de Cúcuta a todo el mundo le da miedo hablar sobre los paramilitares porque se cree que también están super infiltradas'', dijo ayer una fuente a El Nuevo Herald.
En el transcurso de los últimos tres años, los paramilitares asesinaron en Cúcuta a fiscales especializados, a reputados agentes investigadores y a abogados, entre otros.
Al mismo tiempo, asesinaron a centenares de personas en la ciudad y sus alrededores, en función de una práctica de exterminio conocida como de ''limpieza social''. Consiste en matar niños de la calle, prostitutas, drogadictos y delincuentes menores.
Entre las grabaciones divulgadas por El Tiempo, hay una en la que Magally Yanet le dice por teléfono al jefe paramilitar que ''deje tirado al lado de la carretera'', el cadáver de un agente de policía que los paramilitares acababan de asesinar en venganza porque no se dejó manipular.
La funcionaria infiltrada sostiene que dejar el cuerpo a la vista pública ``sirve como aviso (escarmiento) a los de las Fiscalía''.
En otra grabación, un hombre le dice a Carlos Andrés Palencia que ya tiene bajo su poder ''a Tigre y a Carlos'' pero ninguno de los dos quiere decir dónde se encuentra un camión que había sido robado.
Palencia le da instrucciones: mate a uno y enseguida le pregunta al otro por el camión. Así se hizo. Diez minutos más tarde el paramilitar se reporta: ''Ya encontramos la volqueta (camión)'' y el jefe imparte su última instrucción en este caso: ``Pues, ahora también mate al otro''.
El poder de los paramilitares en Cúcuta llegó a ser de tal tamaño que eran sus hombres y no los de la Policía los que acudían a conocer en primera instancia muchos de los delitos que ocurrían en la ciudad.
Cuando las autoridades nacionales planearon y lanzaron una operación desde Bogotá para tratar de golpear a los poderosos paramilitares de Cúcuta sin que ellos lo supieran, pudieron saber más sobre el eficiente aparato de inteligencia que manejaban.
Un taxista que había sido testigo y posible cómplice del asesinato de un asesor de la alcaldía de Cúcuta fue contactado por policías encubiertos y recién llegados pero un agente de tránsito local se dio cuenta, dio la voz de alerta y al día siguiente la madre del taxista apareció muerta con un cartel en el cuerpo que decía ``Por colaborarle al CTI (Cuerpo Técnico de Investigaciones)''.
Recientemente Magally Yanet y el jefe paramilitar Palencia fueron arrestados
junto con otras 28 personas ''pero el dominio paramilitar en Cúcuta
sigue igual que siempre'', dijo ayer a El Nuevo Herald una fuente cercana
a la alcaldía de la ciudad.