Madres conmemoran 4 años de la mayor masacre 'para' en Barranca
Ayer se reunieron más de 20 mujeres que siguen esperando a los desaparecidos de la matanza de 1998.
Una de ellas es Norma Amador, quien cansada de recibir promesas y reclamar
una respuesta sobre el paradero de
su hijo desaparecido en la masacre del 16 de mayo de 1998, asegura que
decidió entregarle el resto de su vida a
la búsqueda de Dios, sin perder la esperanza de volver a ver a su
hijo.
Ella es la madre de Ricky Nelson García, uno de los 25 desaparecidos
de la incursión paramilitar que dejó siete
personas muertas, y que no deja de comentarse en la ciudad, pese a que
ese grupo hace presencia en las
comunas populares.
Con la Biblia abierta y citando versículos de los libros de Daniel,
Salmos y Corintios, la mujer, de 48
años, explica que durante más de dos años agotó
todos sus esfuerzos y lágrimas, rogando ante los
organismos del Estado para que le dieran razón de su hijo.
"Desde que se lo llevaron me entregué al Señor. Le he pedido
mucho a Él para que me dé una luz de
esperanza, para que en un sueño me revele algo de nuestro hijo y
lo ponga en mi camino", confiesa
ella, que el 7 de agosto pasado recibió el bautismo de la iglesia
evangélica.
Su hijo, que tenía 25 años en el momento de su desaparición,
fue interceptado esa noche por los
'paras' en el barrio 9 de Abril. Ricky regresaba en moto del trabajo, en
compañía de Wilson Pacheco,
a quien también se llevaron. El joven estaba casado y era padre
de tres niños.
Además de soportar la incertidumbre de cuatro años de angustia,
Amador tuvo que enfrentar la
muerte de su esposo, Francisco García Peña, asesinado el
20 de mayo pasado, en hechos que aún
investigan las autoridades.
Tras la desaparición de su hijo, García Peña se convirtió
en uno de los mayores activistas que
denuncian ante los organismos del Estado los hechos del 16 de mayo del
98. El cuerpo sin vida de
'Pacho Peña', como lo conocían, fue encontrado frente al
Estadero El Tiburón, en la vía que conduce
desde el As de Copas hasta El Retén, por la salida a Bucaramanga.
Después de aquella noche macabra, se dijeron muchas cosas sobre
los desaparecidos: que los
mataron y sus cuerpos fueron arrojados al río Magdalena, que los
habían echado a una fosa de
caimanes y, por último, que habían sido incinerados.
Hace pocos meses, al puesto de salud donde trabaja Amador llegó
un amigo con una noticia que le
devolvió la ilusión. Le juró haber visto a su hijo
en Lebrija (Santander), junto a Gary Pineda, otro
desaparecido, y varios hombres que no reconoció. También
le dijo que luego se montaron en una
camioneta de cuatro puertas y que tomaron rumbo hacia Bucaramanga.
Con la misma incertidumbre permanecen otras 23 madres barramejas. Luciendo
el verde esperanza y
un cirio en la mano, las mujeres se reunieron ayer, en busca de una oración
que les permita aguantar
una situación que desde hace cuatro años no las ha dejado
vivir en paz.
En qué va la investigación
Mientras algunos familiares de las siete personas asesinadas y 25 desaparecidas
esperan una
indemnización, el 17 de abril del 2001 fueron separados del Ejército
el capitán Oswaldo Prada
Escobar, el teniente Antonio Enrique Daza Camargo y el subteniente John
Héctor Guzmán Santos.
Además, se le abrió investigación al mayor Carlos
Eduardo Avendaño.
La Fiscalía cerró la investigación penal el 11 de
mayo del año pasado y dejó pendiente el inicio de los
juicios contra los presuntos paramilitares Álvaro Noriega, alias
'Chamuco', Graciliano Alarcón León y
Mario Jaimes Mejía, alias 'El Panadero', sindicados de ser los autores
materiales de la masacre.
Por el mismo caso se le tiene abierto un proceso al cabo Rodrigo Pérez
Pérez. En el Tribunal
Contencioso Administrativo de Santander avanzan 33 demandas contra el Estado.
Arturo Peñaloza P.
Barrancabermeja
Corresponsal de EL TIEMPO