Donde vivió Máximo Gómez
Texto y fotos: Juanita Perdomo Larezada
Amapala, Valle.__ Día lluvioso. Mientras mi emoción crece,
la panga surca rápidamente el
mar. Siento curiosidad por conocer Amapala, por saber de la casa
que durante el siglo XIX
habitara Máximo Gómez.
Un improvisado guía señala dos cerros, uno representa
a Nicaragua, el otro a El Salvador.
Entre los dos, la localidad exhibe su belleza natural, un verde
que sobresale y recrea la
vista; mas, bien de cerca, Amapala se desviste: es pueblo de
pescadores; huele a salitre, y,
las casas, denuncian cierto abandono.
El municipio de Amapala, que lo integran cinco islas: Exposición,
Conejo, San Carlos, Las
Almejas y los Pájaros, constituye el principal puerto
del departamento Valle, en el Sur de
Honduras y está enclavado en el norte de la isla del Tigre,
bañada por las aguas del golfo de
Fonseca, un entrante del océano Pacífico.
Tocamos puerto y sin sacudirme el agua de la travesía,
indago por la que fue morada del
Generalísimo. Muy bien conservada la residencia; cerca
de la puerta de entrada y en una
calle adoquinada, que desemboca al mar, la placa rememora el
suceso: En esta casa vivió
de 1878-1884, el generalísimo Máximo Gómez
Báez, dominicano libertador de Cuba. Su hijo
hondureño: Dr. Antonio Gómez Romero. Sus nietos:
Eleonora, Anita, Fausto, Mario, Rodolfo y
Fabio.
Colocada el 3 de septiembre de 1994, es lo único que recuerda
la estancia en predios
amapalinos del glorioso luchador. Los actuales dueños,
muy poco o casi nada conocen de su
antiguo habitante. "Ha transcurrido un tiempo enorme, más
de 110 años. Solo sé que muchos
médicos cubanos vienen aquí, queriendo conocer
detalles sobre la vida hondureña de Don
Gómez", refirió uno de ellos.
Por más averiguaciones, de los descendientes de Gómez
Báez solo supe que Anita, una de
las nietas, hace poco falleció en la capitalina urbe de
Tegucigalpa.
Sin embargo, dicen por acá que aunque poco saben de la
estancia de Máximo Gómez, les
consta el orgullo que sienten los cubanos por él. "Debe
haber sido un hombre grande para
que lo aprecien tanto", advierte Edgar Oisiris Garranza, representante
de la alcaldía de
Amapala, quien muestra interés en el intercambio con historiadores
de la Mayor de las
Antillas, a fin de hacer del inmueble, sitio insigne de la localidad.
"Con la doctora Maritza Almaguer, hemos conocido muchas cosas
del patriota
dominicano-cubano, pero quisiéramos más, en el
deseo de mostrarle gratitud a Cuba, por
todo lo que hacen sus médicos a favor de la mejoría
de los índices sanitarios en mi país. Por
primera vez, en Amapala, podemos hablar de atención masiva
y es que ahorita contamos
con dos médicos, y quisiéramos incrementar la cifra,
para una población de 10 781, repartida
en cinco islas".
Para Arnoldo Garranza, director municipal de Salud en Amapala
y también compañero de
labor de la galena de Playa, "sin la mano amiga de ustedes, hubiera
resultado imposible
hablar de ostensible mejoría del Programa Materno Infantil;
Maritza es la encarga de
seguirlo y gracias a su contribución, en lo que va de
año, no se han producido muertes de
este tipo.
"Un elevado porcentaje de los pacientes (el 80) vive en aldeas,
en áreas rurales. Ella, no
teme ni a las colinas ni a la mar, y visita a las gestantes en
intrincados y casi inaccesible
parajes. Antes de su presencia, solo lográbamos vacunar
el 84 % de la población, ahorita
andamos por el 96".
En la pretensión de convertir a Amapala en destino turístico
de preferencia, ocupa especial
prioridad el tema sanitario. "Imposible impulsar la industria
del ocio con deteriorados índices
de salud... La presencia de Maritza y los proyectos de Educación
Sanitaria en los que
trabaja, ya rinden algunos frutos, en especial, los que fomentan
una cultura a favor de la
higiene y la protección del medio ambiente", asegura Edgar
Osiris Garranza.
"En términos de salud, las cosas avanzan para Amapala",
asevera satisfecha la especialista
en Medicina General Integral. "Cuando hace un año llegué,
pensé que las cosas no
cambiarían tan rápido, porque el nivel cultural
de los pacientes es tan bajo, que incide en la
situación higiénico-sanitaria. Convencerlos de
la necesidad de asumir nuevos hábitos, costó.
Pero la gente colabora, sobre todas las cosas al ver el interés
mostrado, porque ellos estén
bien...
"Imagínese, después de escalar una colina a las
dos de la tarde y socorrer a un ancianito
grave, y salvarle la vida; de realizar terreno, algo tan normal
en Cuba, la gente se sensibiliza
y entonces, asume los consejos y ya no toma agua sin hervir,
ni defeca al aire libre... Muchas
cosas se han conseguido, aún cuando un eficaz trabajo
encuentra trabas, por las limitaciones
lógicas de los pobres, que a veces ni siquiera poseen
el dinero para tomar el transporte y
venir a consulta... "Por eso, descansar no lo hago muy frecuente,
porque en cualquier lugar
alguien puede estar necesitando ayuda médica".
Para la doctora Maritza, haber sido ubicada en el territorio
que por más de un lustro acogió a
Máximo Gómez Báez, "significa el primer
compromiso de trabajar bien, para honrar su
memoria". Así también piensan otros cooperantes
cubanos, pertenecientes a la región # 4,
que integran los departamentos de Valle y Choluteca.
Ellos, mantienen vivo el recuerdo del Generalísimo, no
solo porque la brigada lleve su
nombre, sino porque profesionalidad y talento salen al galope
por intrincadas aldeas
hondureñas. Por estos parajes, la salud prospera, y es,
también, porque, como en el ayer,
Máximo Gómez cabalga con los cubanos de hoy.