27 de noviembre de 1871: Culpables de cubanía
PEDRO A. GARCÍA
Hay quien lo califica como el crimen más atroz de su época.
Por la
supuesta infracción de profanar una tumba, la España colonialista
encerró en la Cárcel de La Habana a 35 estudiantes de Medicina;
8
de ellos fueron pasados por las armas. Pocas veces en la historia
se ha visto tanta desproporción entre un supuesto delito y una
sanción tan rigurosa.
Uno de aquellos muchachos, Fermín Valdés Domínguez,
probó
irrefutablemente que nunca hubo profanación. El testimonio de la
familia propietaria de la tumba fundamentó esta aseveración.
Entretanto, el movimiento estudiantil cubano adoptó a los 8
mártires como uno de sus símbolos más sagrados. Cada
27 de
noviembre devino no conmemoración luctuosa, sino llamado al combate.
Jorge Lozano asegura que los 8 mártires de 1871,
como casi todos los estudiantes de su época, se
sentían moralmente cubanos e independentistas.
La tradición oral, tanto como la palabra escrita,
guardó para la memoria nacional los detalles de
aquel suceso. En torno a él se tejieron mitos y
leyendas, que en cierto modo escondían y, a la
vez, llevaban dentro de sí la verdad histórica. A
130 años se impone discernir qué hubo de real y
qué de imaginería en lo que ha llegado hasta
nosotros sobre el crimen atroz de 1871.
CONVICTOS DE CUBANÍA
En las últimas tres décadas, a uno y otro lado del Atlántico,
han
aparecido peregrinas hipótesis, motivadas por disímiles causales
ideológicas, sobre la supuesta culpabilidad de los estudiantes en
la
profanación de la tumba. De ahí que pida la opinión
al respecto de
Jorge Lozano, profesor de la Universidad de La Habana y asesor de
la Oficina Nacional del Programa Martiano.
"Jurídicamente eran inocentes del delito de profanación,
pero al
mismo tiempo eran convictos de cubanía, y a los ojos de los
voluntarios españoles eran moralmente culpables por ello. José
Martí, en el periódico Patria, en el mes de noviembre de
1893, da
una lección extraordinaria del hecho. Siguiendo la lección
martiana,
tenemos que analizarlo en su entorno extraordinario".
"Hay que recordar que el ancho de la calle Mercaderes era la línea
divisoria entre la reacción, acomodada en el asiento del Capitán
General en su palacio de la Plaza de Armas, y el Convento de
Santo Domingo, sede de la Universidad de La Habana y del Instituto
de Segunda Enseñanza, donde ya allí latía el germen
de la
cubanía".
En aquellas aulas predominaban las ideas independentistas.
Lozano argumenta lo anterior: "De una matrícula no mayor de 400
estudiantes, 24 cayeron en la guerra del 68, 13 eran de Medicina, 8
de Derecho, 2 estudiaban para cirujanos dentistas y 1 farmacia.
Solo enumeramos a los caídos en combate, no a todos los
incorporados. Y sin contar a los 8 mártires del 27 de noviembre".
Nuestro entrevistado señala que la vocación patriótica
de la
Universidad continuó. "En la guerra del 95, se duplicó el
número de
estudiantes que cayeron luchando por la independencia, llegando a
un total de 48, 18 de Medicina, 18 de Derecho, 7 estudiaban
Farmacia, 5 aspiraban al título de cirujano dentista".
Retoma el tema de los estudiantes de 1871. "Moralmente sí se
sentían cubanos, como Martí habló de ellos en el discurso
de Los
Pinos Nuevos; jurídicamente no fueron profanadores. No más
jugaron con el carro que conducía los cadáveres a Anatomía:
Anacleto Bermúdez, Angel Laborde, Pascual Rodríguez y José
de
Marcos. Alonso Alvarez de la Campa solo había tomado una rosa
del jardín. Eso, no más, fue lo que ocurrió en el
cementerio de
Espada".
LOS ESPAÑOLES BUENOS
"Si los voluntarios españoles de La Habana, representantes del
sistema bárbaro y explotador de la colonia en Cuba, cometieron el
crimen, otros españoles estuvieron a la altura de la dignidad
humana. Ahí está el generoso Capdevila, como lo describió
Martí,
que donde haya españoles verdaderos y haya cubanos, tendrá
asiento mayor".
"Aquel fue un abogado de oficio, ante el único consejo de guerra
celebrado. Una vez que se consultaron en España los documentos,
se demostró que no fueron dos consejos, sino uno solo. Allí
Capdevila, en un discurso que recordaran siempre los cubanos,
defendió a los 35 estudiantes del primer año de Medicina
y sintetizó
la dignidad humana en aquel momento".
"Había dicho, otro español, Nicolás de Estévanez,
en conversación
coloquial, que el ejército español por su hidalguía
no permitiría el
fusilamiento de los jóvenes. Y sonó la primera de las cuatro
descargas que, de dos en dos, fusilaban a los estudiantes. Aquello
fue para Estévanez como una llamada de una campana a su alma.
Salió a la acera del Louvre, la más concurrida de La Habana,
y allí
públicamente y en voz alta condenó el crimen. Así
lo contó en sus
memorias".
LOS MÁRTIRES ABAKUÁ
La tradición oral afirma que junto a los 8 estudiantes de Medicina,
aquel día, también habían muerto 5 negros, pertenecientes
a una
potencia abakuá, que habían decidido rescatarlos. "La cultura
abakuá no permite la mentira y de generación en generación
ha
mantenido que esos 5 negros se inmolaron aquel 27 de noviembre.
Uno de ellos era hermano de leche de Alonso Alvarez. Quizás ese
motivo lo indujo a la inmolación y arrastrar tras de sí a
sus
compañeros".
Nuestro interlocutor cita a Ramón López de Ayala, capitán
de
voluntarios que mandó el cuadro de ejecución de los estudiantes,
quien escribió a su hermano, que se encontraba en el Ministerio
de
Ultramar, "que unos negros dispararon sus armas de fuego contra
un grupo de voluntarios de artillería, a cuyo teniente mataron.
Los
atacados arremetieron inmediatamente contra los negros y en
aquel punto fueron despedazados los 5 autores de la agresión".
En esta fecha del 27 de noviembre están unidos en la historia los
8
universitarios blancos y los 5 negros que se inmolaron por
defenderlos.